Escritores, ¿qué está pasando?

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En esta mesa, “¿Quién ha leído a Kafka?”, dijo mi prima mientras levantaba su dedo índice con rostro de satisfacción. “Pues yo también”, dije, “El proceso”. Kafka escribía en sitios lúgubres, le encantaban los sótanos de los edificios, espacios cerrados y oscuros, continué. “Es que los genios suelen ser raros”, concluyó mi prima.

Y de repente pensé. Ahora los escritores conocidos, los famosos y tal, no escriben en sótanos o cosas por el estilo. Ahora son tipos aburridos que aparecen retratados con rostros aburridos en cualquier diario, o revista. Son burgueses. Tienen pasta, un rostro bien alimentado, unos buenos abrigos, una literatura más o menos correcta y una biografía corriente y normal. Joder, joder.

Levanto la cabeza y miro los libros que se posan en mi estantería. Mi cuarto es pequeño, pero caben unos cien libros. Acabo de divisar un libro de Hemingway, ¡Ernst el aventurero!, el periodista intrépido que cubría la guerra civil, borracho por las calles de Pamplona, amargura… Giro la cabeza a la izquierda y me encuentro con un Baudelaire, francés maldito, reuniones en la isla de San Luis, paria, asqueroso, vagabundo, escritor, poeta. Tenemos también a Poe, el pobre Edgar, pobre y envuelto en el desamor y la tristeza, prosa profunda e inteligente, escritor.

Y así, van pasando escritores “de los de antes”. Interesantes biografías. Rimbaud disparando a Verlaine en la Gare Centrale de Bruselas, Malraux aviador, contra los nazis en la guerra civil…

Y ahora, vaya mierda. Sólo veo rostros homogéneos, prosas parecidas, nada arde, humedad y simetría. Parece que ya no hay escritores que viven su propia novela.

Claro que los hay, pero no son conocidos, el “sistema” (o yo que sé) los margina, no les interesa, no dan dinero o no son lo suficientemente buenos.

Hay que ser un paria, cuasi amargado y llevar una vida subterránea, de burdeles y vagabundeo para ser un escritor “atractivo”. No, no seamos estúpidos ni demagogos. Tampoco es eso. Tampoco se trata, volviendo a Malraux por cierto, de construirse una biografía para la eternidad, un hacerse el interesante, el diferente.

No es eso. Estoy de acuerdo con Neruda. Pablo dice que antes y puede que ahora también, se sobrevaloraba al escritor que había llevado una vida sufrida, una vida de taberna, hambre, desespero y excentricidad. Todo lo que escribía un atormentado, era una obra de arte. Lo que escribía una persona feliz, enamorado, “normal”, no tenía el mismo valor. Neruda dijo que él era el poeta del amor, hedonista y que aún así, su literatura era soberbia. Tenía razón.

Pero Neruda, tenía algo “especial”.

Lo de hoy en día, es bastante más aburrido. Y no es, repito cuestión de dar la nota para tener una biografía de película. No es cuestión de pasar hambre, de vivir en un cuchitril, de vagabundear por París, disparar, cenar con Madame Grandet, pertenecer a un club de la serpiente o llevar el pelo azul. No es eso. No sé lo que es, pero es algo real, cierto, proviene del corazón, probablemente.

Ahora la literatura, digamos comercial, lo que nos llega, se envuelve en un billete de 100 dólares, en un abrigo de loden austriaco y en unas directrices de corte político.

No sé muy bien a donde quiero llegar. Quizás esté pidiendo un vuelco a la literatura. Pero hasta que este momento llegue, hay que buscar la imaginación literaria en rincones ocultos. Revistas como Quimera o la Felguera, nos hablan de ese sub-mundo. De esa voz de los sin voz, como decía Gorki. De lo que hay ahí fuera, latiendo en algún lado, en algún sitio tapado por el billete de 100 dólares o el abrigo de loden austriaco, o la orientación política. Tenemos que ir a buscarlo nosotros, descubrirlos.

Hay más cosas. Como decía Hemingway en “Adiós a las armas”. Hay más cosas. Y yo me creo que este es el mundo, y tengo que hacer el esfuerzo para recordarme, oh Carlos, que hay más cosas ahí fuera.

Pienso en la pintura, y tengo la misma impresión. Yo que sé, no hallo la peña como Van Gogh en los altos escalafones, aquí nadie se corta la oreja, ni siquiera se transgrede un poquito, no se toca las narices. Pienso en la política y no encuentro a personajes como los de antaño. Un Che, un Gandhi, un Mandela, un Biko, una Juana de Arco. ¿Qué está pasando? ¿El capitalismo ha arrasado con todo? Puede ser. No me quiero quedar en una justificación trivial y tópica, pero tampoco se me vienen a la cabeza muchas explicaciones. Todo es ahora, más aburrido, más previsible, más falso.

Cambiar todo esto, tocar las narices, transgredir, ser real, profundo, coherentemente incoherente, corazón, fuerza, ánimo, pensar en la obra, no en los flashes, seguir hacia delante. Me refería a eso. Buena suerte.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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