Uno nunca quiere irse a dormir (2) de (2)

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Y de verdad que han pasado cosas, que he vivido muchas experiencias singulares y las que quedan. Porque (o quise decir pero) todo esto mosquea. Llevo dándole vueltas al asunto desde hace unos días, meses. Mosquea cuando piensas en los libros de literatura de viajes.

Mosquea porque no ves como ellos al león, al tigre, al mono etc. y crees que, o bien todos los escritores han mentido o al menos han exagerado muchísimo. En realidad, bueno en realidad no puedo decir. Hay que tener en cuenta (esto está mejor) que los escritores (y el cine hace lo mismo) vamos al grano, a la esencia, a lo que interesa, a lo que hace que uno agarre un libro y ya no pueda desprenderse de él.

Ignoran los escritores (conscientemente) las actividades rutinarias por las que todo humano ha de pasar. Ya sabes, las duchas, los recibos, la compra, olvidar cualquier papel…Todo eso no interesa contarlo. Pero eso también pasa en África, en Asia, en Aruba y en las islas Seychelles. (Y ahora que releo añado otra línea de debate: uno puede ir a África de muchas maneras. Unas maneras son más tranquilas que otras. No es lo mismo ir en guerra que en situación de paz, ser periodista o embajador, tener dinero y no tenerlo…)
Ocurre, atención, que a lo mejor nos cargaríamos el arte. El cine. La literatura. Y hasta la vida. Sería tal vez, como decirles a los niños que los Reyes no existen, que son los padres. Es por ello, bueno no puedo decir es por ello. Quizá por eso (eso está mejor) los escritores han llegado a un acuerdo tácito (invisible, inconsciente) entre ellos consistente en no revelar que la vida también puede ser aburrida allí, en las ‘tierras exóticas’, o al menos también tiene partes rutinarias.

Como en Pinto, como en Setenil. Pero quizás pasaría eso, nos podríamos cargar la ilusión, el arte, o tal vez seríamos simplemente más realistas, más honestos e inauguraríamos otra línea inexplorada y por tanto, interesantísima.

En Setenil evidentemente, pueden pasar cosas divertidísimas y también excitantes y hasta exóticas (seguro que exotísimas para un joven de Accra, por ejemplo). Con esto quiero volver al razonamiento anterior. Cuando dije eso de que tiene truco. Uno vive algo único, pero podría ser que sólo aprecia la verdadera dimensión del acontecimiento cuando lo lee, lo ve o lo recuerda más adelante.

Porque (esta es otra idea) la realidad no se limita solamente a lo que vemos, sino se funde o complementa con lo que a posteriori podemos añadir: nuevas sensaciones, visiones…además de hallar nuevos descubrimientos y sorpresas.

Como pueden ver, ando un tanto confuso, quizá un poco perdido. Y simplemente ahora, me da por recordar aquella vez que paseé por Monrovia y viví una experiencia impactante en directo, salpicada por cotidianeidad de vez en cuando, pero impactante casi todo el rato.

Y ahora, recordándolo, la experiencia se engrandece, se magnifica, se completa, se diluye, se emborrona, se escapa, se queda, y veo ahora mismo un escenario negro, muy negro plagado de mujeres vendiendo carbón sobre una superficie negra, muy negra…

Espero explicarme. Quizá deba cambiar de estrategia cuando monte el blog. Decir que todo es la leche. Sucumbir ante el imperativo aventurero y narrar épicas historias sobre suelo africano. Me conozco y dudo que lo haga, pero tampoco quiero caer en el otro extremo, en la injusta desmitificación. Ya sabes, hermano, todo tiene esencia. Hasta estas teclas que ahora mismo estoy presionando arrastran un alma.

Y así, nada más abrir la puerta de hierro de mi compound, avisto posibilidades, detecto un mosaico artístico, huelo a vida tío. Supongo que me estaré contradiciendo con todo esto. Bien, me alegro, vamos bien. Eso es el arte, esa es la vida. Voy a leer lo que he escrito. Vengo ahora.

Creo que me gusta lo que llevo escribiendo hasta ahora. Seguramente me gustará más como dije antes, dentro de unos meses, la próxima semana, mañana, ayer.

Soy un tipo lento, muy lento. Siempre he sido lento porque no me gusta perder el tiempo: allí donde muestro interés lo doy todo. Con esto quiero decir que llevo dándole vueltas al blog desde hace unos meses.

Ante la buena acogida que ha tenido un e-mail largo que envié hace unas fechas, me planteo montar un espacio web (me siento capullo o gilipollas ahora que he escrito espacio web para no repetir blog) donde pondría ‘todo’ lo que está pasando por allí.

Me gusta esa estrategia que he pensado. Creo que había pensado (la sexta hora de escritura pasa factura) analizar bien, estudiar bien todo lo que voy a escribir ahí. Primero, y aprendiendo de mis experiencias anteriores, no podría montar el blog con mi nombre verdadero. Bueno, por varias razones. A ver si me acuerdo.

Por un lado, porque sería fácilmente identificable. Y ahora que lo pienso, creo que tampoco sería difícil cazarme por Internet (me refiero a mi seudónimo). Me atrevería a decir que escasean los blogs en español (iba a poner en castellano pero me he sentido pedante) que versen sobre Liberia. Es más (toma ya) me atrevería a decir que no hay ninguno. Joder, acabo de descubrir una mina ¡nadie escribe en español sobre Liberia! Con esto quiero decir, que poniendo en google el nombre de Liberia y tal, tarde o temprano darían con mi blog.

Preguntas, entonces ¿y si no pongo en el blog que estoy en Liberia? La narración perdería fuerza, no podría nombrar los sitios, el poder de la mención desaparecería, aunque quizá surgiese una posibilidad interesante.

Otra cuestión, hay que pensar en la peor variante: que lo lea gente que a lo mejor no me gustaría que lo leyese. Como la gente del trabajo. Y con esto enlazo con algo que estaba diciendo antes: no hablaría de los compañeros de trabajo, sobre todo de los jefes. No hablaría tampoco de mis relaciones sentimentales/sexuales, tampoco podría criticar ni a mi organización, ni al sector, ni a otro tipo de entes institucionales. Tampoco podría criticar a casi nadie, probablemente. No podría mojarme sobre política, religión, incluso fútbol.

¿Qué me queda? Como dicen todos los cursis, he ahí el reto.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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