Reseña literaria de “Everyman” de Philip Roth (2) de (2). Philip Roth no se esfuerza

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Y siguiendo con lo de las historias cotidianas, me preguntaba (otra noche) que cuál era la diferencia entre por ejemplo una historia de Harvey Pekar y esta novela de Philip Roth. Y comprobé, compruebo que los sucesos de Pekar son aún más llanos, bajan todavía más a la tierra, casi nos narran el viaje diario del tenedor a la boca. Y funciona. Pero, y vuelvo al principio, creo que la diferencia está en las ganas, el entusiasmo.

Creo que Pekar lo dio todo en su “American Splendor”: dudo que Roth haya hecho lo mismo en “Everyman”. Es claro, por tanto que no comparto las críticas del coro aplaudidor formado por el New Yorker, Boston Globe, etc. Y uno empieza a pensar que quizás todas esas alabanzas formen parte de un negocio, de una estrategia comercial para hacer dinero.

Pero la novela, por supuesto, también tiene bastantes aspectos positivos. Destacaría  así, la sencillez con la que está escrita. Roth demuestra que es un escritor de mucho oficio, un hombre que lleva mucho tiempo en esto. Resalto la sencillez repito, y la melodía de las palabras, las frases, y la manera con la que están unidas, ligadas, formando un todo compacto, armónico, fácil.

Aunque creo que hay falta de entusiasmo como dije antes, con lo cual, esta sencillez, desde mi punto de vista, tal vez se convierte en un “agente doble” provisto de defectos y virtudes. Algo así.

Lo que está claro es que Roth domina la cadencia y el ritmo, y en ningún momento el libro se hace pesado: la mayoría de las escenas del libro son cortas y precisas. Quiero hablar positivamente también del final. Al llegar a las últimas páginas, Roth se detiene en el enterrador, que va explicando muy dinámicamente todo el proceso del entierro.

Me recordó a el “Viejo y el mar” de Hemingway, los detalles descriptivos alrededor del pescador y la pesca, el nylon, la caña etc. Creo que es la única vez en la novela que Roth se explaya. Y creo que lo hace porque nos quiere introducir ya en la cueva de la muerte, (a Ace, pero también al lector) en lo que le espera al protagonista.

Esto hace que el final tenga sentido y acontezca de manera natural (a pesar del cambio de ritmo, casi inesperado que sufre Ace al final: de la euforia al paro cardíaco) Destaco más esa preparación que la descripción minuciosa de los entierros, detalles que a mí no me sorprenden tanto, literariamente hablando.

Más cosas. La voz del narrador: tercera. Los diálogos: sencillos y precisos. La estructura. No es una novela lineal, escrita desde el principio al final, sino que empieza por el final: el entierro del protagonista. A partir de ahí, se suceden los acontecimientos de manera más o menos cronológica, pero haciendo varios flash-back que a veces, creo que pueden llegar a despistar al lector: eché de menos más claridad temporal.

En cuanto al protagonista, tuve un problema con él, y es que no me caía bien. Pero no, no estamos hablando de esos cabrones maravillosos tipo Bardamu, sino de un tipo que en determinados momentos llega a resultar patético debido a su ansia sexual, su búsqueda de jovencitas a las que fornicar.

Es cierto que hay que comprenderlo, pero aún así me resultó en determinadas fases, triste.

Es verdad también por otro lado, que detrás de esta historia se esconden rasgos autobiográficos de Roth. Y es que leí una entrevista en la que (por las mismas fechas en las que había salido este libro más o menos) en la que hablaba del temor a la muerte, la desaparición de amigos, la pérdida de facultades etcétera y el agobio, la angustia que esos fenómenos producen. Este libro va mucho de esto, de un cuerpo frágil, de una áurea de muerte, de la soledad.

¿Hablamos por tanto de un libro profundo? Buf, pues no sé. Creo que es profundo el tema, pero la literatura en sí de esta obra, las palabras impresas en el papel, no lo son tanto, ni mucho menos.
En definitiva, Roth tuvo que currárselo mucho más con esta novela.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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