TODO EMPIEZA CUANDO EL CONSERVADOR ARTÍSTICO FRANCÉS JACQUES SAUNIÈREES ASESINADO EN EL LOUVRE. El anciano es encontrado en la postura del Hombre del Vitruvio (dibujo realizado por Leonardo Da Vinci) con un mensaje críptico escrito a su costado y un pentagrama dibujado en el pecho con su propia sangre. Ambos enigmas esconden uno de los mayores secretos de la historia de la humanidad: el Santo Grial.
Para salvar al mundo, Saunière prevé antes de su muerte el encuentro entre su nieta, la criptóloga Sophie Neveu y el historiador y experto en simbología Robert Langdon. Por su parte, la policía francesa por medio del comisario Bezu Fache toma cartas en el asunto y persigue a Langdon y Neveu, al considerarlos como los principales sospechosos del asesinato no sólo de Saunière sino de otras tres personas. Mientras tanto, Langdon y Neveu se embarcan en la búsqueda del Santo Grial. El futuro de la humanidad está en juego.
Mi opinión es la siguiente. La novela está escrita de una manera sencilla y ágil, propiciando una fácil lectura. Este rasgo se agradece. Sin embargo, el estilo de Brown es el de un escritor medio y de pocos recursos. En efecto, la prosa del norteamericano llega a resultar en muchos tramos del libro, infantil, “peliculera” y sobre todo, poco creíble.
Por ejemplo, casi siempre que hay un enigma por resolver suele acontecer lo siguiente: los protagonistas se quedan pensando unos segundos y luego uno de ellos salta con un salvador “Espera, un momento, ¡ya lo tengo!”. Déjà Vu.
En cuanto a la trama, reconozco que Brown elaboró una historia cuanto menos curiosa. Así, según el narrador (no necesariamente debe ser la opinión de Brown, confusión de roles en las que suelen caer muchos lectores) la Iglesia en sus inicios, se encargó de eliminar y perseguir a todo aquel que pusiese en peligro su teoría de la historia del mundo. De esta manera convirtió a la mujer y su divinidad en algo maligno, peyorativo, ocultando todas las virtudes de este sexo. De este modo, el hombre se hizo con un poder que ha mantenido a lo largo de más de dos mil años. Se dice también en El Código Da Vinci, que Jesús había tenido amores con María Magdalena, representada posteriormente como una prostituta por la Iglesia.
Sin embargo, ocurre que la singular trama acaba volviéndose engorrosa, confusa y bastante plasta. Además, según los críticos y teólogos, las tesis que defiende la novela, tienen escaso rigor teórico. El formato de la obra por otro lado, busca claramente una película comercial. Uno cuando va leyendo la novela se imagina la típica americanada donde los buenos (“casualmente” un hombre blanco norteamericano y una atractiva mujer francesa: algo repetido hasta la saciedad, boring, boring) son perseguidos por los malos y al final vencen los buenos, los malos son derrotados y los buenos se besan. El libro se localiza además en París y Londres ¡una vez más estas dos ciudades!. Comercial también, porque Brown busca la polémica de una manera que suele resultar rentable: criticar a la Iglesia. Y eso que muchas veces, las creaciones comerciales son auténticos productos de calidad y auténticas obras de arte. No es éste el caso ni por asomo.
En cuanto al final, la cosa no podía ser más hollywoodiense: Langdon, el norteamericano, se levanta de su cama inspirado por no se sabe qué y acaba descubriendo el solito el Santo Grial. Llega a dar la sensación de que Brown no sabía ya como quitarse la novela de encima.
Está claro por otro lado, que la historia se podía haber contado en muchas menos páginas. La novela no llevaba mal ritmo, pero poco a poco va entrando en un trajín de idas y venidas, de vueltas y más vueltas… y lo peor de todo es que se cuenta todo igual a lo largo de sus quinientas y pico páginas.
En cuanto a los aspectos positivos del libro. Quizás, aparte de la prosa fácil, me entretuvieron las diferentes explicaciones etimológicas e históricas que el autor desarrolla en la obra. De una manera clara, se pueden entender bastantes símbolos comunes hoy en día y a los que no solemos prestar mucha atención pero que vemos siempre por todos lados. Y poco más que añadir al entretenimiento pasajero que este libro me produjo.
¿Por qué ha triunfado este libro? La simpleza suele triunfar en este mundo donde abunda el hortera y el paleto. Eso está claro. Lo que es más difícil de explicar es por qué le tocó a este libro precisamente. Y he llegado a la conclusión de que se trata de una cuestión puramente de probabilidad: a alguno le tiene que tocar.
En definitiva, libro escrito de una manera rápida y fácil de leer, con un estilo infantil y demasiado llano. Posee una trama interesante, quizás tan valiente como comercial (términos que no tienen porque ser incompatibles) pero confusa y pesada. El final es una americanada que ya no sólo cansa, sino que además ya no nos lo creemos.
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