El Perseguidor, de Julio Cortázar (3) de (7)

El perseguidor

A propósito del jazz, éste vuelve a salir como tema central en Cortázar, igual que en Rayuela, obra que lo consagraría cuatro años después. Y es que El Perseguidor adelanta claramente muchos detalles que aparecerán después en Rayuela. Y es que de vez en cuando huele a reunión del Club de la Serpiente. El propio Bruno a veces llega a recordar al propio Horacio Oliveira, (“en la calle me he subido el cuello de la gabardina”), Pepe Ramírez por su parte hace pensar en el Perico Romero de Rayuela, se fuma otra vez Gauloises, se habla del “otra cosa” etc. Esto denota que un autor grande también puede volver a veces sobre sus pasos (como hacen mucho malos escritores reiterativos) sin copiarse (como no hacen muchos malos escritores reiterativos), aunque es cierto repito que hay determinados párrafos que se parecen mucho a los de Rayuela.

El Perseguidor claro (claro porque la literatura es más que literatura), entra también en consideraciones filosóficas, físicas (muy Cortázar) alucinógenas, que como he dicho antes se expanden por infinidad de vericuetos y estallan en infinidad de variantes.

Sin ir más lejos, las dudas de Cárter, sus tormentos, podrían ser interpretados como cuestiones de carácter filosófico, psicológico etc. Aquí va un ejemplo ‘filosófico’ sacado del texto: “Secuencias. No sé decirlo mejor, es como una noción de que bruscamente se arman secuencias terribles o idiotas de la vida de un hombre, sin que se sepa qué ley fuera de las leyes clasificadas decide que a cierta llamada telefónica va a seguir inmediatamente la llegada de nuestra hermana que vive en Auvernia, o se va a ir la leche al fuego, o vamos a ver desde el balcón a un chico debajo de un auto…”.

Pasando ahora a hablar de los personajes, el principal protagonista, Johnny Cárter, está sobradamente logrado, se diferencia claramente, se distingue. Posee sin duda una voz peculiar, una manera de comportarse que lo hacen sencillamente único. Es importante añadir a este respecto, que el hecho de que la historia esté dedicada a Charlie Parker, sitúa al lector automáticamente ante un protagonista negro (cosa por cierto poco habitual) sin necesidad de descripción o aviso previo. Así, el lector ya desde el principio sabe que Johnny es negro, no como en El Ruido y la Furia por ejemplo donde uno no descubre que hay protagonistas de color hasta bien empezada la novela

Por su parte, Bruno actúa tanto como narrador y como intérprete, y también está claramente redondeado, alejado del histrionismo de Johnny y aportando por contra una visión serena y objetiva del asunto. Bruno es esencial. Y es que ya sabemos que si el árbol se cae pero nadie lo ve, el árbol no se cae. Pero si alguien lo ve, el árbol se cae. Quiero decir que todo genio parece que necesita un alma sensible que lo descubra y lo presente al mundo, si no, el árbol no se cae. Ese es Bruno.

Bruno llega a parecer casi o más interesante que Johnny, gracias a que su atractivo irá creciendo a medida que transcurre la historia. A pesar de sus ocasionales recaídas en la baja autoestima, “Tendría que recordar esto en los momentos de depresión en que me da lástima no ser más que un crítico”, Bruno también demostrará que ansía la fama, el prestigio y en un momento dado parecería incluso que rivaliza con Johnny.

“Honestamente, ¿qué me importa su vida? Lo único que me inquieta es que se deje llevar por esa conducta que no soy capaz de seguir (digamos que no quiero seguir) y acabe desmintiendo las conclusiones de mi libro. Que deje caer por ahí que mis afirmaciones son falsas, que su música es otra cosa”. De manera que el crítico va creciendo como el Sancho Panza de Cervantes (pág. 20, “Lo malo es que si sigo así voy a acabar escribiendo más sobre mí mismo que sobre Johnny”) como el Teddy de Salinger y al final se acaba haciendo tan grande que llega a parecer incluso que se comerá a Johnny, cosa que no llega a suceder, pero. 

La marquesa también está bien caracterizada, por su propio nombre de marquesa, por su porte económico y sus acciones generosas. A Dédée también se le ve bien en su papel de acompañante fiel y sufridora, casi boba que hace recordar (al menos en la intención, en la idea del personaje) a la Gekrepten de Rayuela. Baby Lennox también brilla, pero el resto de los músicos se confunden bastante, no acaban de despegarse, pero quizás tampoco importe tanto.

Un personaje que me resultó curioso fue la mujer de Bruno. Parece más o menos claro que el crítico ya se había cansado un poco de ella (y ahí coincidiría en parte con el hastío que Cárter sentía por Dédée) pero que al fin y al cabo la quiere, o por lo menos tiene que estar con ella debido a la fuerza de la costumbre. Por su parte, ella parece que lo ama mucho más y acabará perdonándole las infidelidades.

Otras curiosidades de El Perseguidor que me gustaría comentar tienen que ver con la singular relación entre Bruno y Dédée que se tratan de usted. Otro detalle. También se tratan de usted en algún momento Bruno y Baby, aunque luego se pasen al tuteo. Detalles.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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