Reseña literaria de LIMÓNOV de Emmanuel Carrère (1) de (4). “El poeta ruso prefiere a los negrazos”

Limónov

Limonov, de Emmanuel Carrere. Sabía que me iba a gustar este libro y por eso no acababa de empezar a leerlo. Como buen sufridor absurdo, prefería por el contrario leer obras más pesadas, más complejas, creyendo ridículamente que hay primero que leer esos libros difíciles para curtirse en la “buena literatura” y luego ya sí, disfrutar con libros “más fáciles”; método que le hace a uno entrar en una espiral infinita donde sólo acaba profesando odio por la literatura.

Pero llegó un día que me mentalicé para leer lo que realmente me apetecía, ese día donde por fin me dejé llevar por la literatura. Entonces fue cuando agarré ese libro que me pedía el cuerpo: Limónov. A partir de ahí, me sumergí en la lectura frenética de esta biografía que Emmanuel Carrère le dedica al singular escritor ruso: un libro que se deja leer desde la primera hasta la última página.

La inmersión de Carrère en un personaje ruso (aunque Limónov es originario  de Ucrania) encuentra su coherencia en las raíces eslavas del polifacético escritor parisino cuyos abuelos por parte de madre eran rusos que habían huido a Francia después de la Revolución rusa de 1917. Su madre además es una sovietóloga consumada. Por ello no fue complicado que Carrère diera con Limónov, al que descubrió en su juventud entre una pila de libros sobre el asunto soviético que su madre tenía en algún lado de su casa.

Carrère avistó  un libro que llevaba por título El poeta ruso prefiere a los negrazos  que su madre calificó, como “pornográfico y aburrido”. Carrère se llevó el libro de todos modos, le gustó mucho y a partir de ahí empezó a seguir a este peculiar escritor hasta el punto de acabar escribiendo esta ‘biografía’ o experimento.

Y es que sería muy difícil asignar un género a esta obra. Sí, se podría decir que es una biografía, pero como que tampoco. Al final lo que tenemos es como decía Unamuno, “una nivola“, que viene a ser una mezcla de todo en la que cabe también ese género denominado “nuevo periodismo”.

De modo que a lo largo de casi cuatrocientas páginas, el artista francés bucea en la vida de este rara avis fruto del matrimonio de un militar gris del régimen soviético y una mujer normal. Eduard Limónov (cuyo verdadero apellido es Savienko) estaba destinado a tener una de esas vidas tristes rusas marcadas por el alcohol, la miseria y la ausencia de futuro.

Sin embargo, Eduard era distinto: se negaba a tener una de esas vidas malogradas y desde muy joven se siente destinado a hacer algo especial, diferente, histórico. Es así como en su juventud ucraniana en Sáltov y Járkov descubre la literatura, la poesía como el mejor instrumento para destacar.

De joven también decide ponerse del lado de los “malos” al darse cuenta de que estos tenían poder, chicas e influencia. Es así como deja de admirar a su padre, al que acaba considerando como un militarucho corriente. Durante este periodo Limónov siente también que no tiene nada que ver con los escritores clásicos rusos, ni siquiera con aquellos que lideran la disidencia tales como el poeta Brodski al que considera un farsante o al tenaz Aleksandr Solzhenitsyn  que lo aburre soberanamente. Limónov es moderno, radical y decide ir por otro camino.

Por ello no es extraño que frecuente a grupos de intelectualuchos, medio culturetas, medio delincuentes que deambulan por Sáltov y Járkov. En esta época también comienza a salir con Anna, una desequilibrada judía que lidera estos grupos de debate entre perdedores.

Limónov se niega a trabajar en los oficios tradicionales de entonces, donde la mayoría acababa en fábricas y como por arte de magia, descubre que se le da bien la sastrería, oficio que le ayudará a sobrevivir. Pronto Sáltov y Járkov, ciudades donde transcurre su niñez se le quedarán pequeñas y decide marcharse a Moscú con Anna.

En la capital de la Unión Soviética entrará en contacto también con grupos de intelectuales, pero pronto le decepcionan ya que están organizados alrededor de la figura de poetas ególatras que apenas dan oportunidades a las jóvenes promesas.

A pesar de ello, poco a poco Limónov se irá abriendo su propio camino, desarrollando su poesía y saliendo económicamente adelante como puede gracias a los ingresos que el oficio de sastre también le proporciona en Moscú.

El joven Limónov no tarda en abandonar a la vieja Anna por una chica mucho más joven y atractiva, Elena, una joven que también “quiere comerse el mundo”. Entretanto, los progresos literarios de Limónov aún son poco significativos. Al final Moscú también le acaba aburriendo y además el régimen soviético lo está empezando a seguir. Así que al cabo de un tiempo se marchará con Elena a Nueva York en busca de aventuras verdaderas.

Limónov esperaba que Nueva York fuera una ciudad mágica, llena de milagros, pero lo que se encontrará será una urbe muy dura y cruel. Sin apenas dinero, se arrastrará por la ciudad casi como un mendigo. Para más inri, la moderna e inquieta Elena lo acabará abandonando por un fotógrafo francés con ínfulas de gran artista y que en realidad es otro perdedor más.

La propia Elena también sufre la dureza de la ciudad y empieza a dudar de su belleza y de su valor, lo que le hará introducirse en ambientes turbios  y viciosos.

Todo es duro en Nueva York, aunque curiosamente la vida de Limónov en esta ciudad había resultado esperanzadora al principio, cuando frecuenta a las élites intelectuales y entra en contacto con otros rusos en el exilio; pero pronto se siente completamente desubicado.

Por ejemplo,  conoce al poeta Brodsky que le saca completamente de quicio debido a su juego de falso compatriota ayudador que en el fondo (como es lógico por otro lado) no quiere que le retiren del trono duramente conquistado y menos un paleto ucraniano.

De modo que Limónov no tarda en desligarse de toda esta intelectualidad, teniendo que buscarse la vida casi como un pordiosero. Vive en hoteles de mala muerte, tratará de juntarse con movimientos de izquierda marginales e intenta salir adelante con el subsidio que reciben los desempleados en Estados Unidos.

Colaborará también con un periódico de viejos rusos que lo aburre muchísimo debido a la línea tibia y predecible del mismo. Mientras tanto escribirá de manera frenética todo lo que le está pasando, incluido su viaje a la homosexualidad donde un negro le dará por el culo. Todo ello lo irá reflejando en su obra.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

2 comentarios
  1. Hola José-Dominique:

    Muchas gracias por tu comentario. Ya conocía tu web pero hoy le he dado un buen vistazo y te felicito por el impresionante trabajo de documentación. Compruebo también que el libro de Carrère no te ha gustado nada. Tus razones tendrás. No dudo de que si alguien conoce al verdadero Limonov, ese eres tú.

    Un abrazo y estamos en contacto,

    Carlos

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