Este clásico de la literatura africana y también por qué no, de la literatura mundial, plantea por medio de una novela una realidad rural típicamente africana (nigeriana en este caso) y a su vez explica la relación entre religión, hombre blanco y colonización en el continente africano. Ciertamente, en África (al igual que en otros continentes con diferentes matices) la religión cristiana se expandió en un momento dado a través de un proceso de evangelización que no sólo pretendía transmitir el mensaje del Señor, sino que además implicaba una intención dominadora y colonizadora dirigida por la educación y un gobierno, los cuáles se iban apoyando en la sucesiva construcción de iglesias.
De manera que la educación no sólo posee un componente liberador que ayuda a formar a una persona, sino también puede constituir una herramienta de dominación y adoctrinamiento. Por ejemplo, la elección arbitraria de los asuntos de un temario, propicia la dominación, la subjetividad intencionada. La religión cristiana se expande además gracias a unos fanáticos evangelizadores de inquebrantable fe que se introducían en las aldeas y en los pueblos de manera sutil, aparentemente inofensiva pero con una capacidad de expansión implacable.
Por tanto, la imposición de la religión cristiana en África (la intervención del hombre blanco es evidentemente clave) puede también considerarse como una potentísima manera de asegurar el dominio blanco sobre el hombre negro, en un escenario donde éste último adopta una religión traída por el otro y se le obliga a adorar a un Dios blanco.
Esta inmersión cristiana facilitará la construcción del gobierno y figuras como las que hoy siguen existiendo, tales como el “District Commissioner”, puestos que muchas veces estaban desempeñados por los blancos. Estas características descritas, me parecen los mensajes principales del libro los cuales explicarían mucho la situación actual africana.
Pero es muy importante señalar por otro lado, que la religión cristiana tuvo un papel revolucionario en su momento, no en vano se enfrentó al poder establecido y a toda su espiritualidad. Llama la atención la ferviente fe y las inquebrantables convicciones de estos creyentes cristianos cuyo dominio hoy día es tal, que lo revolucionario sería ir precisamente contra ellos, contra la religión cristiana. Hay que decir también que el éxito del hombre blanco, se debe también a la ayuda que recibe por parte de muchos hombres negros, activa y pasivamente.
En cuanto a Okonkwo, su vida acaba resultando triste y dando hasta pena. Achebe nos dice desde el principio que Okonkwo en el fondo tenía miedo, de ahí que se comportase de esa manera tan virulenta. Parece ser que el chi (Dios personal o guardián espiritual) de Okonkwo no sólo no le permite llegar a donde a él le hubiese gustado, sino que además le destina una mala suerte perenne que acabará con el suicidio del granjero Igbo.
La novela (o la tradición africana) parece entonces aprobar la predestinación como rector de la vida del ser humano. En otras palabras, haga lo que haga uno, su destino ya está decidido. Así, el esfuerzo por ejemplo no tiene por qué llevar a un resultado buscado. Por otro lado, el libro también nos sugiere que tanto Okonkwo como su padre fracasan aunque de distinta manera.
Uno debido al hedonismo y la vagancia, y el otro a través de un esfuerzo y sacrificio estéril. Aunque es cierto que el legado de Okonkwo se impone claramente al que había dejado su padre. En definitiva, Todo se desmorona es también una buena novela para darnos una buena idea del mundo africano, y de su modo de pensar y actuar.
He de decir que la novela me gustó. El libro tiene ritmo y es vertical. De la prosa de Achebe, destacaría su estilo directo, preciso, con un cierto sabor seco y casi amargo, casi ácido.
Diría también que Achebe ‘redacta’ un poco e informa bastante, en lugar de dejar que las acciones hablen por sus personajes, sin que este factor constituya en sí un defecto del todo. No queda mal, digamos.
Podríamos decir también que estructuralmente, lo que va enlazando la novela es la narración de las historias que se desarrollan dentro de las diferentes ceremonias tradicionales que tienen lugar en Umuofia. De este modo, se puede describir un combate y pasar más tarde a una semana de festejos, todo parte de la tradición, con un telón de fondo dominado por el campo y el ñame. Además, hay muchas veces un cierto toque de fábula y cuento oral, elementos característicos de la sociedad africana.
En cuanto a los personajes, éstos me parecieron un tanto irregulares. Si bien se ve perfectamente a Okonkwo, a los hombres blancos y a otros caracteres principales, hay algunos personajes que no acaban de rellenarse, tal como algunas mujeres e hijos de Okonkwo que terminan muchas veces confundiéndose entre sí.
Faltó pues diferenciar y completar a alguno de los protagonistas. Un tanto llamativo en este sentido, resulta la desaparición de las mujeres de Okonkwo durante el exilio o destierro, donde apenas actúan. Respecto a los diálogos, éstos me han parecido buenos, precisos y reales. Por otro lado, no sé si se trata de un error, pero en la página 83, hay un cierto detalle de prosa poética: “When the women retired. Obierika presented kola nuts to his in-laws”.
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