¿Debería haber sido Liberia un ejemplo para el mundo? Reseña literaria de ‘LA CASA EN LA PLAYA DE AZÚCAR’ de Helene Cooper (5) de (5)

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Helene Cooper sigue agradeciendo el apoyo y ayuda recibida, “me ayudaron a saber qué escribir, cómo escribirlo y cómo vivir conmigo mismo después de escribirlo” (“mis amigos y primos liberianos puede que no vuelvan a dirigirme la palabra”) Helene también reconoce varias “bajonas” durante la escritura de la novela.

En cuanto a mi opinion, he de decir que he disfrutado de The house at Sugar Beach. Puede que le guarde un afecto especial, ya que fue el primer libro que leí escrito por una “africana”. En efecto, después de leer esta novela, me di cuenta de que hasta entonces, tanto al leer como al escribir, siempre había tenido un público blanco en la cabeza. Sólo quizás cuando leí The Sound and the Fury, me di cuenta de que los protagonistas de una obra, no tenían que ser necesariamente blancos.

Por otro lado, como he venido relatando, The house at Sugar Beach, ayuda a comprender mucho mejor la historia liberiana y la psique de la raza negra, llegando a entender mejor como piensa un liberiano, un africano. Asimismo, se comprueba que la historia de Liberia es muy cruel. Ciertamente, los Congos (con la vista gorda de los Estados Unidos) crearon un estado fallido diseñado sólo para favorecer sus intereses, creando millones de ‘ciudadanos’ sin educación, sin futuro, sin alma.

Un estado fallido por cierto que nace también por medio de la corrupción y la traición (el soborno (¿extorsión?) al Rey Peter) una práctica inherente desde entonces a la realidad liberiana y que explica mucho sobre la manera de hacer las cosas en este país.

Y eso que en principio se podría haber considerado a Liberia como la gran esperanza Africana y ejemplo de una nueva sociedad libre, ya que iba a ser un Estado construido por esclavos liberados.

Pero estos esclavos liberados se comportaron incluso de manera más tirana que sus verdugos, lo cual puede llegar a entenderse ya que se trataba de un grupo de personas que habían sido críados en el desprecio, explotados hasta la saciedad y testigos de primera mano de la calidad de vida de los blancos, ¿qué se podia esperar de ellos?

Si pensamos que un maltratador suele haber sufrido el mismo trato, resulta hasta lógico que un antiguo esclavo explotado se comporte también de manera despótica. De manera que indirecta y directamente, la responsabilidad original no viene de estos esclavos liberados, sino de la esclavitud en sí misma, de los europeos y de los norteamericanos (de orígen europeo) que fueron los que construyeron a estos déspotas del futuro con su previa trata de blancas.

Hay que decir también que la novela nos cuenta la vida en Liberia desde una perspectiva burguesa, puesto que fue lo que vivió Helene, sin muchas referencias por tanto al punto de vista de la clase media o baja. Se trata por otro lado de una historia escrita en primera persona donde se busca el encuentro con uno mismo: Helene necesita volver a Liberia y reencontrarse, impulso éste con el que se identifican muchos lectores.

Desde el punto de vista técnico y estructural, me parece una buena idea que Cooper combine la narración de su vida con la historia de Liberia. De esta forma el lector no solo no se aburre (ya que se salta de una historia a otra) sino que además lo ayuda a situarse mejor en el contexto. A su vez, las escenas para retratar la niñez, la juventud o cualquier aspecto, están muy bien seleccionadas y siempre se exponen de manera fresca, fluida y con un estilo dinámico, no exento de vez en cuando de humor.

En cuanto a las “sorpresas”, algo que me llamó la atención de este libro (un clásico dentro de la comunidad expat de Liberia) fue el hecho de que apenas se mencionase la malaria, típica “paranoia blanca”. También me sorprendió la importancia de tribus como los Deys o los Condoes en el nacimiento de Liberia, ya que actualmente son tribus de las que se oye hablar muy poco.

Respecto a los aspectos de la obra que no me gustaron del todo, debo decir que quizás la novela comience con una frase equivocada cuando empieza diciendo eso de, “esta historia va de pícaros”. Parecería así que Cooper propone una senda que luego no sigue coherentemente.

Por otro lado, la novela es sin duda interesante, pero curiosamente cuando el libro se vuelve más cosmopolita (los viajes de Helene por el mundo) es cuando más atractivo pierde porque la novela de pronto se dispersa, y sufre una cierta pérdida de enfoque que despista a un lector que ya estaba muy metido en Liberia.

The House at Sugar Beach también tiene algún error objetivo que otro, por ejemplo, se dice que Pierce Brosnan es británico cuando en realidad es irlandés, se dice también que en Liberia hay 28 tribus, cuando son bastante menos… En cuanto a los personajes, digamos que algunos están muy logrados, pero otros no se distinguen lo suficiente. Sobre todo se confunden tantos familiares.

Valoro por otra parte la honestidad de Helene Cooper al decir lo que piensa en realidad (incluso llega a decir que su familia podía haber estado implicada en negocios “raros”) y al reconocer que recibió ayuda para escribir el libro, una ayuda que reciben todos los escritores que publican en grandes editoriales, pero que solo muy poquitos reconocen. ¿Qué sería de muchas novelas sin la ayuda de la editorial?

En otro orden de cosas, mientras leía la novela me acordé muchas veces de Ébano, la obra sobre el continente africano escrita por Kapucinsky, y pensé a menudo que el gran reportero polaco no sólo había exagerado su visión sobre Liberia, sino que además había introducido información imprecisa. Por ejemplo, en Ébano se dice que Doe y sus hombres se hacen con el poder por casualidad tras haber ido al Executive Mansion a cobrar sus sueldos y comprobar de pronto la indefensión de Tolbert, algo que discrepa con la versión de The House at Sugar Beach, donde la intención golpista del sargento y sus hombres estaba clara desde el principio.

Asimismo, la conquista de Liberia no fue tan sencilla ni tan rápida como parece dilucidarse de la lectura de Ébano sino que fue una prolongada y dura lucha. En defensa de Kapucinsky, hay que decir que la facilidad para acceder a la información que tenía el reportero polaco en sus tiempos, no es comparable a la que se tiene ahora. Vale la pena volver a leer la parte liberiana de Ébano y sacar nuevas conclusiones.

A modo de anécdota, diré que hace unos años estuve en la presentación de The House at Sugar Beach en Monrovia. Una presentación que contó con la autora, la amable Helene Cooper con la que intercambié varias palabras (le comenté que me había gustado cómo había estructurado la novela). El acto fue entrañable pero al final me resultó un poco pesado porque Cooper leía pasajes del libro demasiado largos.

En la presentación conocí también a la famosa hermana adoptive de Helene, Eunice, la cual no me pareció especialmente amigable (contrastaba con su imagen en la novela) y a su simpático marido, muy conocido dentro de la comunidad internacional…

En definitiva, vale mucho la pena leer The House at Sugar Beach.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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