El perseguidor, de Julio Cortázar (7) de (7)

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Es importante decir que estas frases ‘especiales’ en “El Perseguidor” que a veces son también metáforas no se pueden considerar ‘bonitas’, sino ingeniosas, casi aforísticas, salidas de la exploración neuronal, de las pisadas de nuevos caminos literarios.

He destacado también las siguientes frases que aportan valor literario:  “Es un poco así, mira”, “Me han caído encima como si vieran llegar a un arcángel”, “Lo que le he sacado ayer del fondo”, “A Tica le caían unas lágrimas como bombillas eléctricas”, “Levantando y bajando la ceja para marcar el compás”, “Tica me ha apretado la mano como si se estuviera por caer al agua”.

“Se mostró desnudo como un gusano”, “Morder en la realidad”, “Se planta como un bote que cabecea”, “Hasta que de golpe suelta un soplido capaz de arruinar la misma armonía celestial”, “La voz de la pobre Dédée parece salir de una tetera rajada”, “Parecía hijo del Kleenex y del tampax”, “Me siento como hueco a su lado”, “Un corazón que se rompe, un cuchillo entrando en un pan”, “No necesito buscarle explicaciones cuando lo siento tan claramente como puedo sentir la nariz pegada a la cara”.

“Pero se diría que Johnny me deja en prenda esos fantasmas, me los pone como otros tantos pañuelos en el bolsillo”, “Me he puesto en el bolsillo la cara de circunstancias”, “Y los ojos apretados hasta arrugarse”, “Y al llegar a la mesa se doblará un poco con toda naturalidad, como quien va a tomar una papa frita del plato”, “De golpe me ha explicado el cariño que algunos pintores les tienen a las sillas, cualquiera de las sillas del Flore me ha parecido de repente un objeto maravilloso, una flor, un perfume, el perfecto instrumento del orden y la honradez de los hombres en su ciudad”.

“De golpe oigo su otra voz, la voz de cuando está… ¿cómo decir esto, cómo describir a Johnny cuando está de su lado, ya solo otra vez, ya salido?”, “Dice Johnny hablando para sus dos manos”, “Con sangre en el ojo”, “Las caras que se aflojan beatíficamente”.

Pero curiosamente, tanta frase buena como comenté antes, puede que lentifique demasiado el relato y acabe al final convirtiéndolo en algo genial, pero como a su vez dije al principio, en algo también denso y viscoso.

Es cierto por otro lado, que El Perseguidor cuenta con unas 25.000 palabras. Quiero decir con esto que Julio tenía margen para explayarse y alargar sus impresiones, desarrollar quizá más los recursos y los personajes etc. Con un cuento de por ejemplo 3.000 palabras, la historia no podría permitirse tanta retórica.

No quiero decir que las 25.000 palabras sean una ventaja, pero sí posiblemente influyen en este caso en uno de los motores del relato: las impresiones personales. Con 3.000 palabras, es posible que la clave fuese otra, aunque aquí ya nos adentramos en los insondables, imposibles y nunca resueltos misterios de la literatura…

Entre las posibles alegorías, o simbolismos del cuento nos encontramos con la famosa máscara, O make me a mask” de Dylan Thomas, que quizás tenga que ver con el libro de Bruno que en realidad no refleja al verdadero Johnny, sino que más bien es un espejo, pero un espejo no dice realmente la verdad…Quizá fuera eso lo que en el fondo Johnny desease, que le hiciesen una máscara, una imagen que no era la suya, para que nadie descubriese un fondo que probablemente estuviese podrido.

O tal vez Cárter quería que le hiciesen una máscara para protegerse, para ir por el mundo sin que nadie lo viese…Y eso puede que coincidiese con el Sé fiel hasta la muerte, frase sacada del Apocalipsis, que a modo de membrete inaugura el relato junto al In memoriam Ch.P. y O make me a mask. Poniéndonos ‘africanos’, O make me a mask, también puede referirse a la idea de conectar al músico con el mundo invisible, aunque después de leer el poema de Dylan Thomas, parecen más razonables las versiones que se refieren al intento de Cárter por protegerse de la crueldad exterior y refugiarse en un espacio de paz y silencio.

En este sentido, la fidelidad tendría quizá entonces que ver a lo mejor con la permanencia en el verdadero Johnny, que ante la imposibilidad de cambiar su persona, se intenta refugiar en una máscara. Al fin y al cabo Johnny había estado sometido a la religión en su infancia, de la que luego se despegó con violencia aunque seguramente aún sentía la presión. Quizás las ultimas palabras de Johnny estaban relacionadas con esta idea: “Oh, hazme una máscara”. Por otro lado, en la Pág. 22 Bruno dice, “me ha sonado como una máscara que se pusiera a hablar”.

Otro aspecto del que quería hablar es de las influencias de El Perseguidor. Cortázar ha influido a muchísimos escritores de diferentes generaciones, eso es evidente. Pero haciendo un ligero sondeo, he pensado no sé por qué en dos escritores y una novela. La novela es El Invierno en Lisboa, de Muñoz Molina que versa también sobre el mundo del jazz, la vida excéntrica y sórdida de sus músicos, y en definitiva sobre esos sonidos de la noche fosca. Por otro lado pensé en Eloy Tizón cuando Johnny se pone a divagar sobre los ‘agujeros’. Tizón tiene un cuento donde exprime hasta la saciedad a los agujeros. Quizá haya influencia cortazariana.

Esta concentración en un objeto por cierto, en una palabra, en algo, hasta llegar casi al paroxismo, consiste en un recurso que ya he leído muchas veces. A partir de ahora lo bautizaré con el nombre de Espiral. Y es que al fin y al cabo es como dar vueltas sobre una palabra, y más vueltas a ver todo lo que sale. En El Perseguidor hay varias espirales en torno a ‘convencidos’, ‘agujeros’, las ‘sillas’ etc.

Y ya para ir finalizando, me pregunto por qué este relato se llama El Perseguidor. Una vez más, entramos inevitablemente en el terreno de la subjetividad. Pero el propio Julio nos da unas (tal vez) pistas al decirnos en la página 19, “para que yo me diera cuenta de que Johnny no es una víctima, no es un perseguido como lo cree todo el mundo”. Y también se dice, “(Johnny) es un cazador sin brazos y sin piernas, es una liebre que corre tras de un tigre que duerme”.

Es decir, que el propio Johnny es un cazador, no un perseguido. Pero persigue algo que podría ser calificado como imposible, quizá inútil, un estado tal vez donde controlase el tiempo, donde fuese el amo de su propio destino, un estado en el que se encontraría ‘en el otro lado’… Algo así.

Pienso que El Perseguidor es un título muy apropiado, dotado de un componente alegórico, insinuador e introspectivo que se multiplica en un sin fin de interpretaciones que hacen pensar al lector, invitándolo a jugar. Porque Bruno mismo (que tal vez represente al propio Cortázar) podría ser un perseguidor, un perseguidor de Johnny y también un perseguidor de su propia fama, de su prestigio, que acaban también (como un efecto boomerang) persiguiéndolo a él etc. Johnny también persigue y se le persigue.

No sólo persigue ese ‘algo’, sino que se persigue a sí mismo, lo persigue todo un grupo de admiradores y gente de todo tipo etc. Y es que al fin y al cabo, todos perseguimos y nos perseguimos un poco.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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