La ética protestante y el espíritu del capitalismo, defiende la tesis de que el origen del espíritu del capitalismo tiene un fundamento religioso, concretamente en el calvinismo (ascetismo protestante) Max Weber parte de esta premisa después de analizar varias religiones como el catolicismo, el luteranismo y otras variantes del protestantismo como el pietismo, el metodismo o el baptismo.
Esta es básicamente la explicación al por qué los países o comunidades protestantes producen y tienen más dinero que los católicos. Y es que en el calvinismo se entiende el trabajo como un fin en sí mismo. Sin embargo, en el catolicismo, se piensa más en la vida o en el “trabajar para vivir”.
Dejemos que Joaquín Abellán nos lo explique más detalladamente:
“La novedad del estudio de Weber fundamentalmente estriba en que sitúa la relación entre protestantismo y capitalismo fuera de los planteamientos usuales. La mayor implicación de los protestantes en la actividad económica moderna se debe a un mayor control religioso de la vida del hombre caracterizada por un profundo ascetismo”.
Pero antes de explicar este nexo, Weber explica lo que entiende por “espíritu” del capitalismo. Para definir este “espíritu”, Weber acude a dos textos de Benjamín Franklin, en los que encuentra de manera condensada lo que él entiende por “espíritu” del capitalismo, es decir por esa nueva mentalidad económica que se forma en la edad moderna.
Weber encuentra en los textos de Franklin la formulación de una ética que considera como un deber moral el ganar dinero, prescindiendo de toda consideración ningún interés de tipo individual como la felicidad o el placer del individuo. Ganar dinero se convierte en un fin en sí mismo, al que todos los demás fines le están subordinados, y se ancla en el fondo de la personalidad.
Lo primero que destaca Weber de esta nueva mentalidad económica, es que no está generada por el propio desarrollo del sistema capitalista de producción, pues esta nueva mentalidad se dio en territorios sin un sistema capitalista desarrollado y estuvo ausente en épocas y regiones con avanzado sistema capitalista.
La pregunta por su origen por tanto, se vuelve decisiva. Asimismo, lo que llama poderosamente la atención en la mentalidad capitalista es el elemento de irracionalidad que contiene: la entrega absoluta al trabajo.
Este origen irracional es el que le interesa a Weber. Weber llega al estudio de las confesiones religiosas, pues en los siglos XVI y XVII sólo una fe religiosa podía tener la fuerza para poder desarrollar e imponer una nueva mentalidad opuesta al tradicionalismo.
Y después de explicar que ni el luteranismo ni el catolicismo desarrollaron una concepción del trabajo como “profesión” como la implicada en el “espíritu” capitalista, desemboca en el estudio del protestantismo ascético. Será aquí, en el protestantismo ascético de raíz calvinista, donde Weber encuentra finalmente el fundamento religioso de esa idea del trabajo como “profesión” superadora de la mentalidad económica tradicional.
Por otro lado, después de haber mostrado que el protestantismo ascético desarrolló una racionalización del modo de vida con miras religiosas, Weber analiza la influencia de este ascetismo sobre el capitalismo. La conclusión final a la que llega su investigación es que “el modo de vida racional sobre la base de la idea de profesión, que es uno de los elementos constitutivos del espíritu capitalista, nació del ascetismo cristiano.
Sin embargo, se produjo más adelante una desaparición de ese espíritu capitalista originario en el sistema capitalista actual: el espíritu de ese ascetismo originario se ha escapado del sistema, y quién sabe si para siempre, pues el capitalismo actual funciona con otra base que ya no necesita de ese espíritu como motor.
Hay que dejar claro por otro lado, que espíritu y sistema capitalista no son lo mismo.
Por tanto, esta mentalidad económica según la cual la actividad de ganar dinero se le presenta al hombre como algo absoluto, como un deber, es para Weber la impulsora del desarrollo del capitalismo moderno. Ergo, “el trabajo como acreditación de la gracia” (ética calvinista)
Weber hace un interesante resumen de las siguientes religiones:
Catolicismo:
En los países católico – latinos, según Weber, no se desarrolló el concepto de una actividad económica a la que el hombre estuviera totalmente entregado, ni se creó una palabra para denominarlo. Los países protestantes, por el contrario, sí desarrollaron el concepto de una actividad económica que encierra en sí misma una significación religiosa. A la actividad de esas características la denominaron los alemanes, desde Lutero, Beruf. Esta palabra se refiere al concepto de esa actividad productiva dotada en sí misma de un sentido religioso.
Esta ausencia en el catolicismo de un concepto que se refiera a la actividad del hombre en el mundo como portadora en sí misma de un sentido religioso la explica Weber por la diferenciación esencial que establece la doctrina católica entre el ámbito de los preacepta (el conjunto de normas que contiene el modo de vida exigible a todos los cristianos en general) y el de los consilia evangelica (el conjunto de normas para lograr la perfección cristiana, sólo exigible a los monjes).
Esta diferencia radical entre una ética para los monjes y una ética para la masa de cristianos no permitía desarrollar una valoración positiva de la actividad económica, pues el modo de vida del monje seguía ostentando el máximo nivel de la excelencia cristiana.
Pero la vida del monje, ideal supremo de vida cristiano, quedaba fuera del mundo. El modelo de vida del cristiano ordinario, por el contrario, no requería desarrollar una conducta sistematizada, en la que todas las acciones estuvieran sometidas al autocontrol. Por tanto, el trabajo productivo en el mundo no está integrado en una dimensión religiosa positiva.
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