AQUÍ EMPEZÓ LO DEL DINERO. ‘La ética protestante y el espíritu del capitalismo’ de Max Weber (2) de (2).

Max Weber

Luteranismo:

El luteranismo por el contrario, dio un paso decisivo para el nacimiento de una nueva concepción del trabajo y de la actividad profesional. La aportación de Lutero reside en que no sólo comienza a utilizar la palabra Beruf con un nuevo sentido profano (antes sólo había tenido el sentido religioso de “llamada”) sino que desarrolla toda una concepción nueva del trabajo cotidiano al considerar precisamente que el cumplimiento del mismo tiene una cualidad moral: al trabajo cotidiano se le dota de una significación religiosa al ser considerado como el único medio para vivir de manera grata a Dios.

Por tanto, para el luteranismo, todos los cristianos son iguales por el bautismo, borrando así la diferenciación católica tradicional en el ámbito de los preacepta y el de los consilia evangelica y eliminando, consiguientemente, la superioridad del ideal de vida cristiana del monje sobre la del cristiano en el mundo.

Por otro lado, Weber destaca que el luteranismo no llega a desarrollar una idea de profesión afín a la implicada en la mentalidad capitalista, pues Lutero considera que cualquier tipo de actividad o de profesión es buena para la salvación del cristiano. La salvación se produce por la sola fe sin la colaboración de las buenas obras (rechazaban la santificación por las obras)

Protestantismo ascético:

El “protestantismo ascético” presenta, la base religiosa para una moral a la que imputará el origen de la mentalidad económica capitalista moderna. Weber analiza las consecuencias prácticas de la doctrina de la predestinación calvinista. Los hombres no pueden alterar este designio divino de Dios. Sólo Dios y su voluntad importan.

Además, Weber observa que los sucesores de Calvino se ocuparon, a diferencia de éste, de una cuestión que se convirtió además en prioritaria en la práctica pastoral: la cuestión de la certitudo salutis. Es decir, la pregunta de si el individuo puede conocer si está entre los elegidos o no.

Los pastores calvinistas dicen que tienen que sentir la obligación de sentirse elegidos y les recomiendan un trabajo infatigable como el medio más apropiado para conseguir esa seguridad. El trabajo sin descanso, aunque no sirve para “conquistar” la salvación, sí puede liberar al creyente del miedo acerca de su salvación.

En cómo se realiza ese trabajo encuentra Weber la característica esencial y diferenciadora del calvinismo. Dios no le pide al creyente que haga buenas obras aisladas, Dios le pide una “vida santa”, orientada sistemáticamente a la gloria de Dios.

En esta racionalización de la vida en el mundo, pero que no es para este mundo ni de este mundo, sino que es acreditación del estado de gracia del creyente, se resume la concepción de la actividad productiva del protestantismo ascético, su idea de profesión, diferente del catolicismo y del luteranismo.

Weber llega por tanto a la conclusión de que el modo de vida racional y metódico del protestantismo ascético favoreció el espíritu capitalista. Para llegar a esta conclusión, el estudioso alemán analiza las obras pastorales del anglicano Richard Baxter, a las que considera una guía paradigmática desde el punto de vista puritano para la vida práctica, y recoge en especial sus consejos sobre la riqueza, el aprovechamiento del tiempo, el ascetismo sexual y sobre el sentido del trabajo infatigable.

Origen de la mentalidad económica capitalista: a) el ascetismo está en contra del disfrute de la vida de los instintos b) prohibición puritana de la divinización de las criaturas c) el hombre es simplemente un administrador de la riqueza que le ha sido confiada.

Esto quiere decir, en definitiva, que los elementos constitutivos de la mentalidad capitalista están presentes en la concepción puritana del trabajo y de la vida en el mundo. Aunque esta base moral y religiosa puritana terminaría por desaparecer en la evolución posterior del capitalismo.

En cuanto a mi opinión, he decir que he aborrecido el libro prácticamente desde el principio. Por varias razones. Por un lado los continuos y abusivos pies de página de Weber. Si uno quiere ser riguroso y leer todo, acaba entrando en un laberinto de explicaciones mal enlazadas, muy mal explicadas y sobre todo aburridas y pastosas.

A esto se le añade la continua consulta a las notas finales, que hacen que el lector nunca coja el hilo, teniendo que ir de adelante hacia atrás o viceversa en un camino completamente insufrible.

A esto se le añade la horrible y pésima traducción de Joaquín Abellán, que desconcierta por completo al lector. Es difícil calibrar la responsabilidad de este mal texto e identificar a los responsables de los mismos. Pero todo parece indicar que se trata de una corresponsabilidad entre el propio Weber, Abellán y dos alemanes (Klaus Lichtbau y Johaness Weiss) que fueron los que pusieron las notas al final, sin encontrar una solución mejor.

Por supuesto, también hay conclusiones positivas. No sólo por el hecho de aprender la interesantísima tesis que ha sido previamente explicada, sino por caer en la cuenta de que el capitalismo no es el “culpable de todo”.

Sí, la codicia, las ambiciones, las luchas de poder, siempre han existido. El factor humano. Otra conclusión positiva, es que no volveré a leer un libro totalmente intragable como este donde lo único que escapa es el prólogo.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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