Si te dicen que caí, es una novela de Juan Marsé que narra el ambiente callejero barcelonés de posguerra. A través de los aventis (historias o chismes contados por pillos urbanos) se van describiendo los diferentes acontecimientos que se suceden en las calles de la ciudad condal. Por un lado, tenemos las historias de Java, Sarnita, el Tetas, Amén, Mingo… por otra las de Ñito el celador y sor Paulina, además de las operaciones de los maquis de Palau, Sendra, Fusam y compañía.
Se puede decir que estos tres ámbitos son la columna vertebral de la novela. Java es un trapero sin dinero que vive con su abuela y se dedica a hacer el amor con prostitutas o con hombres para satisfacer a los voyeurs.
Es el líder de una banda de monaguillos pillos y demás golfos. Le gusta también el teatro y precisamente para acceder al escenario de las Ánimas (un orfanato) cava un túnel con el resto de los muchachos.
A partir de ahí se dedicarán a participar en las obras teatrales y “torturar” a las diferentes chicas que pasan por allí. Una de ellas es la Fuenguiña: huérfana de las Ánimas y que con el tiempo se acabará convirtiendo en la novia de Java. La Fueguiña se dedica a cuidar de un personaje clave de la novela: el alférez Conrado. Se trata de un fascista paralítico por la metralla recibida en la guerra.
Es una especie de pervertido sexual, con mucho peligro. Su madre era la que llevaba el convento de las Ánimas: institución también fundamental dentro de la novela. No se puede olvidar tampoco a Ramona: una prostituta de la que se enamora Java y a la que busca obsesivamente.
En cuanto al Ñito el celador y sor Paulina, éstos van recibiendo en el hospital a todos aquellos que van muriendo. Muchos de ellos son, los propios protagonistas de la novela. Los maquis van escapando por los atentados, atracos… hasta que van siendo asesinados paulatinamente y quedar reducidos a simplemente dos.
En resumen, historias marginales de la Barcelona de posguerra, donde lógicamente, se palpa el ambiente franquista y su represión.
Para empezar, diré que no me ha gustado el libro. Por la sencilla razón de que no engancha. El autor parece escribir para el solo o para los que vivieron aquella realidad. Y punto.
Y eso que la novela tiene un mérito técnico increíble. Sí, puedo decir que es el primer novelista español que leo, que tiene un estilo propio muy marcado. Marsé escribe como le da la gana y eso hay que aplaudirlo.
Por ejemplo, el autor infringe a cada paso las normas literarias: cambia continuamente el punto de vista del narrador, no sigue una trama ordenada, hay un cambio continuo de escenas “sin avisar”: uno no sabe a veces donde está, los tiempos verbales también los pone como quiere…
Esto tiene mérito y se valora que haya un autor que arriesgue en este sentido. Sin embargo, para mí, no es suficiente. Por lo más importante: porque la novela carece de RITMO. Sin este ingrediente, para mí es casi imposible que funcione cualquier texto escrito: ritmo, ritmo y ritmo.
Al revés, el libro se va metiendo en vericuetos unipersonales que acaban dando a la prosa un tono espeso, aburrido y muy difícil de seguir. Es decir, se puede aplaudir los riesgos del autor, pero esto no quiere decir que éstos sean afortunados. Para mí no lo son, porque me perdía muchas veces, no sabías si el autor estaba haciendo flash – backs continuamente, si estaba tratando de hilvanar una trama etc.
El cambio continuo del punto de vista del narrador, era otro tecnicismo que me volvía loco. Y así, con muchas cosas más. Por ejemplo, las descripciones: tampoco me han gustado. Cargadas y poco simbólicas.
Muchas gracias Carlos. Completamente de acuerdo con tu reseña; intuía que el estilo de Marsé iba por donde apuntas, pero tenía dudas sobre si estaba leyendo el libro con suficiente atención, por ese cambio constante del punto de vista del narrador.
Gracias a ti, Alberto. Siempre es un pelín incómodo criticar a otro escritor, pero a veces se impone algo así como un deber literario; ocurre que la mayoría de las veces, el aludido se lo toma como algo personal, y no es el caso. Un abrazo.
A mí me ha ocurrido todo lo contrario, esos Aventis que descolocan esos cambios de narrador esa niebla que envuelve todo el libro crean una atmósfera que descoloca pero que engancha, respecto al ritmo pocos autores me han llevado tan trepidantemente por escenas que parecían cinematográficas con una tensión y una carga emocional muy pocas veces alcanzadas en nuestra lengua. Respecto a las descripciones muchas de ellas son poesía pura, solo la primera la primera estrofa del libro ya es una obra de arte con un ritmo vertiginoso.
Está claro que una Segunda relectura aclara todo el mosaico que crea y la época de posguerra pero ahí estriba su grandeza y su dimensión que hace que sea una de las novelas mas importantes en lengua castellana. Marsé es un orfebre de los sentimientos y las escenas un guionista del realismo ficticio, un Aventis del Guinardó
Gracias por tu comentario, Daniel. Pues igual tengo que leérmelo otra vez para apreciar todos los aspectos positivos que comentas.
Me gustaria comentar alguna cosa mas pero lo fundamental:
“Por ejemplo, el autor infringe a cada paso las normas literarias”
Honestamente, no se en qué siglo vives para poder decir eso. A dia de hoy la literatura es libre de ataduras y normas, gracias a Dios.
“ uno no sabe a veces donde está, los tiempos verbales también los pone como quiere…”
Lo que está claro y demuestra marsé es que la lectura, del mismo modo que la escritura como pones en tu cv, no es un mero pasatiempo, sino un ejercicio intelectual el cual no parece que aprecies en este caso. Del mismo modo que tampoco parece que aprecies el trabajo del autor para imbricar de esa forma la trama.
Un saludo y ante todo, disculparme si resulta desagradable mi tono, que no es el caso.
Hola, Jesús: es tu opinión y la respeto. Lo de poder hacer lo que a uno le de la gana, habrá unos que digan que sí, otros te dirán que no puedes infringir las normas lingüísticas. No sé, yo solo recuerdo que me aburrí con este libro, eso no significa que no tenga calidad y que no haya sido trabajado de manera rigurosa y con todo el denuedo.
Realismo tremendista, ya inaugurado por Cela con “La familia de Pascual Duarte”y que, en parte, lleva a “La Colmena”. Afinidad veo en esta última con “Si te dicen que caí”, salvando las distancias, claro…
Información básica sobre protección de datos: