¿Qué tiene que hacer un escritor?

qué tiene que hacer un escritor

SI QUIERES SER EL MEJOR JUGADOR DE TENIS DEL MUNDO TIENES QUE DARTE PRISA. Lo sabemos. Los que hemos nacido en un sitio pequeño sabemos (no todos) que por muy bueno que uno sea, si al llegar a una determinada edad se continúa en el “pueblo”, mala cosa. Así es. Si el niño cumple la pírrica edad de diez años (y menos) y aún no se ha ido, se convierte en un viejo de mucho cuidado. Con arrugas y todo. Al igual que escribir.

Te cuento: por mucho que el chavalito le esté dando a la raqueta todos los días de sol a sol, por más que el revés del pibito provoque derramamientos de babas en sus progenitores ¡míralo tan pequeñito él! el mocoso acabará convirtiéndose en pocos años en profesor de tenis, tal vez en cocinero o concejal, altas probabilidades de montar una inmobiliaria.

En definitiva, hay que salir del pueblo, de la isla, del páramo cuanto antes y saltar a la gran ciudad: Barcelona, Madrid, Miami. Sólo en estos enclaves urbanos el niño encontrará competitividad, ritmo, rivales que lo harán mejor, método, instrucción más cualificada y en resumen se rodeará de los mejores. Aquí no habrá excusas. Se podrá tener suerte o no, pero uno está en el “escenario” y tiene las armas para hacerlo, para alcanzar eso que llaman triunfo.

Y tu también sabes que. Lo mismo ocurre con todas las disciplinas deportivas que se presten. Hay taxistas, fontaneros, abogados y mafiosos que eran mucho mejores que Romay, Llopis, Ruf o Cargol de jovencitos, pero que acabaron fundiéndose en la cotidianeidad sencillamente porque no nacieron en la ciudad “correcta” y porque además no dieron el saltocuando tenían que haberlo dado.

Ocurre muchas veces también, que el sujeto no quiso dar dicho salto. Por miedo, falta de dinero, comodidad en el pueblo o porque simplemente no le dio la athletic gana de triunfar. También puede pasar que muchos de los que hubiesen dado el salto, tampoco hubiesen llegado.

Pero yo creo que el que tenía que llegar, llegó y el que no tenía que llegar, no llegó. Algo que no tiene tanto que ver con la calidad deportiva, si no humana, fíjate. Yo me entiendo.

Y te lo digo yo: uno no se hace un Michael Jordan jugando en el patio de su casa con los tres colegas de siempre. Jordan, además de poseer las imprescindibles cualidades físicas para el basket (otro factor) entrenó como un loco, jugó en la mejor liga universitaria del mundo y luego dio el salto a la NBA donde están los mejores. Ese es el marco, la referencia. La NBA. Hacia donde hay que dirigirse en el mundo del baloncesto. Y hay que tenerlo claro desde muy pronto. Como en el resto de los deportes. Deprisa, deprisa.

¿Pero qué ocurre con el escritor? ¿Qué debe hacer el escritor? ¿A dónde tiene que marcharse al escritor? ¿Debe irse? ¿a dónde?

Espera, cálmate. Y lee esto. La literatura es el único “deporte” donde uno todavía es una promesa con treinta y tres, treinta seis o treinta siete años, una edad de carroza senil en cualquier otra actividad deportiva de nivel. Pero. En la literatura, aún hay tiempo de armarla. Toma. Por otro lado, la formación del escritor tiene normalmente muy poco que ver con la deportiva. Generalizando mucho, el camino del escritor tiende más a identificarse con complejos, timideces, rabia, egocentrismo, desesperación.

El escritor muchas veces es ese de las últimas filas que pasaba desapercibido. A veces el de gafas, o tirantes que no sabía ni correr. Ligaba poco y veía delante de sus ojos como la vida se la llevaban otros sin ningún tipo de contemplación y escrúpulos. El frío. Con los años, con los años, el escritor fue ganando confianza, soltura y al final los placeres y los días le volvieron a él como un boomerang pródigo, fiable y definitivamente reconfortante. Míralo él. Ahora es cool.

¿Pero a dónde ir?

Para escribir hacen falta dos cosas: escribir y vivir. La primera actividad se puede llevar a cabo en cualquier espacio, ya sea Lisboa, Nairobi o Ubrique. La segunda, ay, también se practica en todos los sitios habitables del planeta. Pero. Sigue leyendo en el párrafo que sigue.

No creo que esté científicamente demostrado, pero parece claro que se gana muchísimo literariamente hablado, cuando uno vive diferentes experiencias a lo largo de una vida: conociendo distintos países, ciudades, probando las incertidumbres y persiguiendo a la dama curiosidad para desvestirla más tarde sobre el papel milagroso. Así de simple.

El escritor que se aferre a un espacio local, al pueblo, como Mateo a la guitarra, puede llegar a ser un magnífico escritor por supuesto, pero hay muchas posibilidades de que la falta de experiencias externas lo releguen a ser un juntaletras limitado y obsesionado con el terruño al que invariablemente regresa su cerebro día tras día a falta de otras visiones, ideas y motivaciones.

Uno suele escribir lo que ha sido y lo que es y también lo que cree que será. Y así como el niño tenista debe irse al centro de alto rendimiento de Barcelona cuanto antes, el escritor debe conocer las infinitas caras de la vida.

No tiene que darse tanta prisa como el niño tenista (el alivio) o el chavalín futbolista, pero deberá empezar a viajar, vivir todo tipo de experiencias, huir de la rutina como de la peste, leer como un poseso, escuchar todos los sonidos que el día le ofrece, estudiar los comportamientos humanos, los gestos, los animales, las mujeres, los coches, el alcohol, las películas, las fiestas, el desierto, el mar, la selva, el bosque, África, Asia, París, Bucarest, el mexicano, los todo terrenos, aquel día en que…

Cuanto más se mueva un escritor, más recursos tendrá. Es como el tenista que juega con muchos jugadores de alto nivel y que no se aferra al mismo rival de siempre que le tira la pelota al mismo lado todos los días. Por tanto, uno tiene que encontrar buenos rivales (ese que juega un poquitín mejor que tú) Lo que traducido a la literatura viene a decir que uno debe moverse en esos sitios donde pasan cosas y hay otros. Y así, como  antiguamente todo tenor que quisiese tener una carrera prometedora debía acudir a Italia, que era donde “pasaban las cosas musicales”, antes al menos muchos juntaletras buscaban París. París, New York o Londres son ciudades no cabe duda con millonarias variantes que se multiplican a diario en forma de historias y más historias, además de una oferta cultural infinita.

Y es posible que el que haya nacido en estas ciudades o cerca de ellas, lo tendrá “más fácil”, como el niño tenista que nace en Barcelona o en Madrid lo tiene más sencillo que el que ha nacido en la isla de El Hierro. Sí, es cierto que hoy día gracias a Internet, es más fácil “viajar” ¿pero dónde viven la mayoría de los escritores españoles de prestigio?. Por ejemplo. ¿Y los que no viven en esas ciudades punteras, nunca vivieron en ellas? Aún así, tampoco hay que aferrarse a estos nichos de historias, a París, Londres, New York. Hay que rotar. El espectáculo está en todas partes.

Añado. El escritor talentoso lo tendrá más fácil si se va “al centro de alto rendimiento de Barcelona”, ergo si le da a su vida un toque de emoción, dinamismo, misterio e incertidumbre que seguramente será proporcional a la calidad de lo que se escribe. Si el escritor talentoso permanece en el pueblo, será un tipo rápido, el mejor de su barrio, lo leerá bastante gente… pero desde que venga un escritor “de fuera”, el local quedará desbordado ante la infinidad de recursos literarios y vitales que el foráneo acredita sencillamente porque se juntó con los mejores en el momento oportuno.

El escritor nulo lo seguirá siendo también en Pekín, en Budapest y en Valladolid. Y el escritor esforzado, es decir, aquel que no goza de un talento artístico especialmente reseñable (un Michael Chang en tenis por ejemplo) puede llegar a convertirse en un escritor “correcto”, a base de horas, pundonor y mentalidad ganadora. Pongamos el ejemplo superlativo de Rafa Nadal. Rafa entrena mucho más que Roger Federer, si el suizo entrenase lo que entrena el mallorquín, entonces nos encontramos con el escritor “maestro”, con el escritor total. Si el mallorquín entrenase lo mismo que el suizo sería casi uno más del circuito.

Talento más trabajo, el milagro. Esfuerzo y trabajo, pasarán cosas. Un ordenador, libros, un tren que arranca y ganas. Destino. Y las ganas.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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