¿Es esto una novela? ‘El Alquimista’, de Paulo Coelho

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El Alquimista es la historia de un pastor llamado Santiago que un día decide ir en busca de un tesoro que se encuentra en las pirámides de Egipto.

Santiago toma la decisión de marcharse al continente africano, tras ser aconsejado por una gitana que le había recomendado llevar a cabo este viaje tras haber interpretado sus sueños. A Santiago también le convence un anciano que resultó ser un rey que le dice que yendo tras el tesoro cumplirá su “leyenda personal”, y que tan solo tiene que seguir las “señales”.

Es en África por tanto, donde el muchacho va introduciéndose en un proceso espiritual e interior que le ayuda a seguir su leyenda personal e interpretar el lenguaje del mundo.

Introduciéndonos en los aspectos técnicos de la novela, hay que decir que el estilo narrativo de la misma se compone de un lenguaje llano, sencillo y sin ningún tipo de complicación. Llega incluso a recordar a un estilo infantil, de cuento para niños.

En esta ocasión, esta sencillez no resulta una virtud, ya que hablamos de un lenguaje con unas pobres descripciones, unas metáforas insulsas y sobre todo un estilo carente de ritmo. Y es que el autor torpedea la fluidez narrativa de la novela con unas constantes reflexiones interiores del pastor, enfrascado en un constante y abusivo proceso de interiorización.

Por otro lado, la organización estructural de la novela, rezuma a “plagio” o a un exceso de seguimiento de otras obras clásicas. En efecto, a medida que uno va leyendo El alquimista, tiene la sensación de encontrarse simplemente ante un libro de autoayuda novelizado. Recuerda a Dyer esta obra, al Tao, o a la Biblia, pero sin originalidad suplementaria. Sin ese valor añadido. Más bien se copian los conceptos básicos de todo libro de autoayuda o de reflexión oriental: la búsqueda de uno mismo (leyenda personal), el carpe diem, el alma del mundo.

Otros aspectos débiles de la novela, tienen que ver con el protagonista. Se supone que es un pastor andaluz y para nada parece que éste proceda del sur de España. Y es que ni siquiera habla con acento andaluz. En realidad, parece que es un personaje neutro, sin raíces. Además, Santiago resulta un personaje poco convincente. De una parte parece un hombre sumamente espiritual, que sabe leer el “lenguaje del mundo”, lo sutil como diría Sun Tzu, y de otra nos sale con unas conclusiones de lo más triviales y superficiales. El problema no es que estemos ante un personaje contradictorio, que eso no estaría mal, sino que resulta poco creíble.

Tampoco parece muy real, el “cuento de hadas” en el que nos quiere sumergir Coelho en esta obra, donde el protagonista prosigue el típico recorrido del héroe “hollywoodiense”, con dificultades, pero encontrando faltaría más, el tesoro. Fácil y de parvulito, también resulta su encuentro con Fátima. La chica da todo tipo de facilidades y en cuestión de segundos, los dos saben que están hechos el uno para el otro. Puede pasar, pero sigue sin convencer. Y es que da la impresión de que el autor quería meter a la “chica” como fuese en la novela, y le reserva un apartado completamente  superficial.

Algo parecido ocurre con el inglés, que después de fracasar en su intento de encontrar al alquimista en la caravana, no se sabe muy bien lo que pasó con él, aunque hablando de pasar parece que Coelho, pasó de él.

El escritor brasileño también se atreve con el “realismo mágico Marqueziano” en diferentes fases de la novela, donde el protagonista conversa con el viento o con el sol. Pero a diferencia de Cien Años de Soledad, el vuelo mágico en El Alquimista no tiene gracia, no es natural, no cuela, vamos.

Más cosas. El rol confuso del alquimista con el que se encuentra Santiago en su camino. El alquimista, a modo de “maestro”, encuentra a Santiago cuando éste está “preparado”. De nuevo Dyer, el Tao. El problema no es sólo esa falta de originalidad, sino que en muchas fases del libro, es difícil distinguir a Santiago del alquimista, debido al proceso de interiorización en el que los dos se hayan inmersos.

Otro comentario que me gustaría añadir es lo previsible que es este libro. A modo de película norteamericana barata, el protagonista se enfrenta a una serie de dificultades que al lector le resultan completa y descaradamente superables y fruto de un ya machacado déjà vú cinematográfico.

De las pocas cosas buenas que tiene este libro, es que te recuerda conceptos vitales de suma importancia y que te pueden ayudar a orientar tu vida mejor. Aunque uno también puede caer en un cacao de señales, interpretarlo todo y vivir en una burbuja espiritual que sólo él entiende o cree entender.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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