Esta semana, una noche de insomnio, me puse a leer la web de la Fiera Literaria. En este site se combina la crítica literaria con la política. Son de izquierdas, faltaría más y ponen a parir al sistema capitalista y a los escritores que éste sistema crea y alimenta. El palique de la Fiera, de una erudición notable y una dureza, que falta demasiado el respeto, es tan típico como necesario. Por ejemplo, al ir recorriendo diversas frases que cuelgan de la portada, puedes leer sentencias como, “en estos tiempos de impostura universal, decir la verdad constituye un acto revolucionario”, de Orwell y así sucesivamente. Vale.
Leo, releo esta web, y me digo, “estoy de acuerdo”. Esta claro que este sistema “capitalista” en el que nos ha tocado vivir, está lleno de agujeros: hipocresía, injusticias sociales, búsqueda del beneficio económico a toda costa etcétera. Estoy de acuerdo.
Sin embargo, no voy a decir que me importa un huevo, pero tampoco casi. No sé lo que decir. Sólo quiero decir, tal vez, que ¿Quién me da de comer a mí? ¿Las manifestaciones? ¿Ir contra la maquinaria capitalista? Estas preguntas tan egoístas por otro lado, son las que hacen que el 99% de la población entre por el aro. Al fin y al cabo somos animales en búsqueda de alimento. Si le ladras a un perro que se está zampando una chuleta, no creo que te de un cacho.
En fin, que sólo una minoría sigue dando la lata. ¿Son ellos, los que ayudan a retroalimentar el sistema? Hesse, creo, diría que sí.
Pero nos vayamos por ahí, en el fondo quiero que sigan ahí, aunque tampoco me lo creo todo.
Fui uno de ellos. Con 20 años fundé una organización muy de izquierdas que proponía un mundo mejor y tal. Descubrí que vale, que hay muchas injusticias, pero que la cosa no era tan maniquea, tan sencilla. Buenos y malos. Izquierda los guay, derecha los malos. No.
Vi hijos de puta, traidores e hipócritas en ambos bandos. Sentí como se aprovechaban de mi trabajo, como me utilizaban, como pocos no sólo no nos agradecían lo que hacíamos si no que encima nos criticaban y nos tachaban de vendidos etcétera. Vale.
Por eso, ahora pienso de otra forma. Y no es que la fiera literaria no tenga razón. La tiene y toda, pero sigue fallando en lo mismo que Karl Marx: un proyecto de sociedad alternativo, práctico, eficaz y rápido. La crítica al sistema capitalista, es brillante, real y minuciosa, pero ¿Después qué? ¿Qué propone usted? ¿Tener un curro que no contribuya al capital y poner a parir al “sistema” bajo un seudónimo? Pues mire, no me vale. Por la sencilla razón de que yo quiero un trabajo estable, un buen sueldo y vivir de putamadre. Y hasta la fecha, sólo este sistema estúpido, falso, teatral, espectacular (Guy Debord) me da esa oportunidad. Sólo él. ¿Qué cambie yo las cosas? ¿Sí? ¿Cómo? ¿Qué como mientras tanto?
Eso sin llegar a entrar en los amplios matices de la izquierda. Cuando quieres hacer algo, cambiar las cosas, resulta que la propia izquierda no te lo perdona. Ah, amigo.
No estoy diciendo que haya que bajarse los pantalones. En realidad, quiero que este movimiento alternativo exista, que nos mantengamos despiertos, que toquemos las pelotas, que critiquemos, que no nos quedemos parados ante barbaridades evidentes, pero mientras tanto, amigos, hay que transportar el tenedor desde el plato a la boca. Desde el plato a la boca. Desde el plato a la boca.
No tenía intención de aportar una teoría o una propuesta, pero quizás, el “entrismo”, tal como lo calificaba Trotsky, sea lo más inteligente y sobre todo lo más saludable. Lo que no te hace sufrir, vamos.
Tienes tu buen curro, y de vez en cuando, pues bueno, sales a la calle a manifestarte en contra de que se bombardee el Líbano, criticas a Bush, la guerra de Irak, eres una buena persona en tu entorno más inmediato, apadrinas algo, yo que sé. No sé, creo que por ahí, tal vez, poco a poco, se podrían conseguir cosas.
Poco a poco, a lo hormiguita, u ovejita. Sí, porque soy una puta oveja. Y lo reconozco. Pero para convertirse en una oveja consciente hay que recorrer un largo recorrido. Una oveja, vale, pero algo culta, con sus destellos críticos y quien sabe si algún día, esta oveja reventará todo esto. Porque eso es lo importante: no perder la esperanza. En serio.
Por otro, lado, al fin y al cabo, de lo que se trata es de ser feliz.
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