“El mundo” de Juan José Millás

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Considerada una novela, El Mundo, es más bien una autobiografía de Juan José Millás. En ella, el escritor valenciano, asentado en Madrid, narra principalmente su infancia marcada por la humildad y la pobreza y todo lo que vino después: cuando Millás es ya un adulto y se va convirtiendo en novelista. Se reproducen también las alucinaciones, la vigilia y las ensoñaciones que siempre han acompañado al escritor durante toda su vida. Una vida que va más allá de la vida, adoptando un cariz casi metafísico, hiperreal, místico, de comprensión, que hace que Millás se sumerja con frecuencia en una burbuja.

Esta novela tiene detalles interesantes, cosas buenas, y otras malas. Vayamos por partes. Se trata de una autobiografía escrita en un tono triste, melancólico y bajo un estilo sobrio y frío. Es una sobriedad y frialdad marcada por la precisión de las palabras y la sencillez de la expresión que hacen de El Mundo una novela fluida. El esqueleto de la novela, es además bastante sólido. Millás, utilizando una ajustada retórica va contando su vida hasta completar el libro.

Esta precisión, esta eficacia, es una virtud, pero también casi un defecto.

Y es casi un defecto porque Millás utiliza la palabra justa, pero seleccionando el vocablo al uso, el sencillo, el cotidiano, llevándonos a una utilización abusiva del tópico. Apenas metáforas imaginativas, construcciones “nuevas”, lenguaje innovador etc. No. Todo está escrito bajo unos parámetros harto conocidos (historia de padres e hijos) y bajo una técnica que no arriesga prácticamente nada.

A veces, sí, Millás tiene algunos chispazos imaginativos (lo más que me gustó fue la parte de la fiesta y sus desdoblamientos de la realidad) algunos detalles de algo que puede llegar a ser realmente innovador, literatura de altísima altura. Pero todo se queda ahí: en un conato, no hay continuidad. Todo se queda en una luz de faro, que vuelve a apagarse para volver a la precisión tópica, a los caminos ya muchas veces transitados en el mundo de la literatura.

Da la impresión entonces, de que Millás es esa eterna promesa que parece que puede dar más de sí, pero que avanza el tiempo (la novela) y no llega esa ansiada “jugada”, ese toque mágico, acabando todo en una ligera (o gran) decepción. La novela funciona porque Millás es escritor. De eso no hay duda. Es un escritor curtido ya en muchas novelas, y claro, eso le proporciona una capacidad retórica, y un armazón que le permite ir construyendo una historia sólida, pero ya digo, al uso, casi gris. También hay que decir que Millás tiene voz, voz propia como escritor, pero tampoco se trata de un eco rotundo, contundente, es una voz reconocible, pero que se podría confundir y perder al más leve movimiento.

Creo que la novela también funciona gracias a las cargas líricas del texto. Un viaje a los sentimientos de la infancia, que sin duda hacen identificarse al lector: yo mismo recordé muchas anécdotas de mi infancia, de mi vida. Por otro lado, las reflexiones existencialistas y casi filosóficas de algunas partes del texto, tienen también su parte interesante.

Pero repito, si de algo no se puede calificar a esta novela, es de original. Incluso el principio, me recordó a Cien Años de Soledad y el taller de José Arcadio Buendía, las continuas interferencias espaciales y temporales que ya vimos en Borges, el análisis de las palabras hechas de Cortázar, el surrealismo kafkiano etc. Pero sobre todo, yo por lo menos como lector, echo de menos más esfuerzo por parte de Millás.

Por ejemplo, decir que “éramos pobres como ratas”, no supone ningún sudor por parte del escritor. Yo que sé, podría haber dicho, “un único plato, en casa sólo se comía un único plato” y cosas así. Y es que Millás informa demasiado, aspecto que hay que destacar. ¡Se cuenta todo! ¡Millás lo explica todo! No sugiere nada, no se esconde ningún as debajo de la manga. Todo está comentado, incluso los pasajes que han quedado clarísimos: así, el lector apenas puede convertirse en protagonista, apenas puede “navegar” en la historia, nunca coge el timón.

Después, como he dicho, gracias al oficio de Millás, la historia se va articulando, pero no es suficiente. Por cierto, algo que me puso un poco nervioso, fue el para mí excesivo victimismo del protagonista: se pasa muchas páginas hablando de lo débil que era, de lo frágil, de la posibilidad de morir, incluso suicidarse, algo que no me pareció del todo creíble a lo largo de la novela.

En definitiva, un libro que tiene interesantes chispazos de calidad, pero que se basa en unos parámetros demasiado sólidos por conocidos, arriesgando muy poquito.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

3 comentarios
  1. me quedo con esta frase: un libro que tiene interesantes chispazos de calidad

    saqué muchas frases valiosas de este librito, modesto pero Grande

  2. me pareció un buen libro, es lo primero que leo de Millás. Lo encontré en una mesa de ofertas, al 10% de lo que cuesta una de esas horribles novelas porno-históricas que están tan de moda por estos lares

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