¿Quién te va a ayudar en la vida?

Nadie da nada. Nadie te regala nada. Y cuando uno bucea en los océanos competitivos tales como el mercado laboral, recuerda que salvo que por tus venas corra azul la sangre, o seas hijo de un embajador y todo eso, tendrás que hacerlo todo tú. Ni Rajoy, ni Obama, ni ningún político hará por ti. Todo lo vas a tener que hacer tú. 

Con las chapaletas puestas, respirando por un tubo quebrado, uno sigue buceando, encontrándose con todo tipo de tiburones, mantas, y descubre, claro, desde hace tiempo, que todo lo va a tener que pescar él. Punto. El capitalismo, el neoliberalismo, hace tiempo que campa a sus anchas por todo occidente ¿sólo occidente? fomentando el individualismo a ultranza, el egoísmo de los privilegiados. Pero por otro lado, este sistema, sí, hace más fuerte a aquel que quiera abrirse paso. Ya sabes, a base de palos, de esfuerzo, de lucha, uno lo consigue.

Por el camino, ya lo he dicho, se encontrarán todo tipo de obstá. Culos. Zancadillas por doquier, arrogancia, indiferencia, traiciones, competitividad, más mentiras etc. Pero de pronto, es verdad, yo lo he visto, yo lo he vivido, de pronto, te encuentras con un porcentaje mínimo de personas que te ayuda si se lo pides. Gente de verdad, estupenda, magnífica.

No sabes cómo ni por qué, pero en un momento dado conectas con personas que lo dan todo por ayudarte, informarte, asesorarte, y surge de repente un vínculo cómplice, colaborador, plural, amigo. Las manos que se estrechan. Es cierto que casi siempre hay que ganarse esa “suerte”, que uno tiene que superar muchos obstáculos para llegar a ese estadio agraciado, que uno debe merecerlo.

Y llegas a la conclusión una vez más, que es toda la mierda que nos echan encima, la que nos separa, la que nos hace sacar los colmillos, el cuchillo, y no te voy a dar absolutamente nada. Parece como si en realidad el buen rollo reinase en la mayoría, que sin embargo se vería reducida por una minoría institucional y comercial poseedora de unos tentáculos más grandes. Algo de eso debe haber.

Si te ayudan, ayudas. Suele ser así. Si a mí me ayudan, lo doy todo o casi todo. Sí, no soy un santo que va haciendo regalos a todos los hermanos que me encuentro por el camino.

Uno entiende algo. Lo comprende. Si nadie (o casi nadie) da absolutamente nada, ¿por qué lo iba a dar yo? Y entonces el chicle se convierte en bola, hay un contagio mundial, generacional. Etc. Si a mí me ha costado un esfuerzo enorme llegar hasta aquí, ¿porque iba a regalarle a un tipo/a que no conozco de nada, todo el fruto de mi esfuerzo?, ¡que se lo curre! Uno entiende algo. La cadena.

Y reconozco que llego a comprender un poco ese cinismo, ese no darle muchas vueltas a todo esto, y ese conformismo con la vida, ser feliz, ganar el sueldo, y todo lo demás, da un poco igual. Suele ser así. Lo comprendo, aunque no me valga. Para nada. 

Pero siempre, parece, hay una lucecita ahí, como decía San Vicente Ferrer que había visto en la batalla del Ebro, en medio del desastre, una luz, una iluminación. Y ahora, que me siento un poco cura escribiendo el post de hoy, pienso que esa luz es inmortal, que siempre aparece en un momento dado. Y te sonríen, y te responden, y te dicen, y te aconsejan, y te dan información, y te ayudan, y te ayudan, y te das cuenta que ayudar al otro puede ser un vicio como otro cualquiera, que engancha.

Bueno, eso es lo que quería decir hoy más o menos. En mi periplo por Europa, por el extranjero, buscando una oportunidad profesional me he encontrado con la dureza de la vida, con puñetazos vitales, pero también me han tendido la mano, me la han acariciado, y he sentido también el calor.

Llego a la conclusión de que no tengo ni puta idea de nada. O simplemente, uno recuerda eso de que en la vida las cosas no son blancas ni negras, los grises. Son la tónica. Los grises, el gris. Que el bien y el mal, la felicidad y la tristeza, coexisten, se abrazan y comparten habitación en todo tipo de hogares.

Que uno se puede encontrar con humanidad y felicidad por parte de un estamento corrupto, sí, sí, que uno puede encontrar rechazo, escupitajos del órgano más democrático del mundial mundo, sí, sí.

Que te puede salvar el mafioso, sí, sí, que te puede ignorar el más demócrata, sí, sí, que un capitalista egoísta a ultranza te puede dar el trabajo de tu vida, sí, sí, que un izquierdista convencido de que otro mundo es posible te puede joder con una inquina y un maquiavelismo atroz, sí, sí.

No sé nada. Sólo sé que me gusta la paella y caminar. Ah, también sé que la luz es una señora indestructible.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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