Oye, ¿qué es todo ese follón, todo ese ruido? Desde el noveno piso del edificio con las frentes pegadas al cristal, aquí en Port Moresby, observamos una cantidad desproporcionada de autobuses que vienen y van sobre el campo de rugby, como si estuviesen ebrios, desnortados, locos. Hacen círculos los autobuses, arremeten entre ellos sin llegar a rozarse por poco, mientras en el interior sus pasajeros ondean banderitas de colores chillones, gritan, cantan, jalean a sus favoritos.
Oye, ¿qué es todo ese follón, todo ese ruido?
Al volver a la oficina con el coche después de comer, compruebo sencillamente que es imposible avanzar un metro, una micra. La carretera está invadida de vehículos, hay un tráfico acerado que se extiende como una larguísima cola de dragón. Cuando por fin consigo moverme, me cruzo con los PMV (Toyotas Coaster que hacen las veces de autobuses públicos en Papúa Nueva Guinea (PNG)) que van repletos de gente, principalmente de Highlanders (originarios de las zonas interiores y montañosas del país) ondeando banderitas coloridas de sus provincias, cantando de manera rítmica, chillando sin parar en favor de sus candidatos.
Hace días ya que las calles de Port Moresby se han llenado de carteles con caretos enormes de políticos que dicen que viven por y para el pueblo y que van a seguir haciéndolo porque siempre lo han hecho así. Faltaría más. Ahí tenemos por ejemplo el caretazo de Justin Tkatchenko, actual ministro de deportes, prometiendo el oro y el moro para la gente de la parte sur de Port Moresby.
La radio hace días que se ha llenado de discursos, de promesas, de más sueños. En la televisión, los políticos aparecen más que nunca, inaugurando una escuela, un puente, un hospital, lo que sea por mostrar el careto y una sonrisa. Siempre una sonrisa. Las calles se animan, las sangres hierven.
Oye, ¿qué es todo ese follón, todo ese ruido? El papú que está a mi lado, se gira y dice, “ese ruido, ese follón, es por las elecciones de junio. Elecciones en Papúa Nueva Guinea. Ha llegado la hora de la verdad”.
¿Quién va a ganar?
El actual primer ministro, Peter O’Neill, está convencido de que será reelegido. Por supuesto, la seguridad que pretende demostrar, es parte de la estrategia de todo político que se precie. O’Neill lleva meses trabajando duro para retener la presidencia. Y es que este antiguo hombre de negocios, Primer Ministro desde 2012, no sólo se juega la presidencia, sino su pellejo.
¿Por qué? Pues porque si no gana, se enfrenta a unas altas probabilidades de ingresar en prisión debido a las muchas acusaciones de corrupción (como el ‘Paraka Scam‘) que pesan sobre él, las cuales se materializarían si perdiese la inmunidad que le proporciona el cargo de Primer Ministro.
Durante estos últimos años, O’Neill ha sabido capear el temporal hábilmente, revolviéndose como gato panza arriba frente a todas las acusaciones de corrupción que pesan sobre él, cuando no ha cortado por lo sano toda crítica callejera, como demostró hace unos meses la policía que disparó a sangre fría a estudiantes que se manifestaban pacíficamente para pedir su dimisión. O’Neill tuvo que afrontar incluso una moción de confianza que acabó superando con solvencia. Ahí sigue por tanto el Primer Ministro, de culebrilla, zafándose de todas las acusaciones con la maña del perro viejo.
¿Quién puede derrotar a O’Neill?
Don Pomb Polye es el líder de la oposición. Poyle es un highlander (como O’Neill) concretamente de la conflictiva provincia de Enga que se caracteriza por sus constantes batallas tribales. Polye tiene una dilatada carrera política. Entre varios cargos de relevancia, fue ministro de Transporte y Aviación Civil, nombrado por el histórico Sir Michael Somare, héroe de la independencia de PNG (y también conocido por estar involucrado en turbios asuntos).
Precisamente, O’Neill se convirtió en Primer Ministro aprovechando una convalecencia de Somare: mientras ‘el gran chief’, permanecía en cama, O’Neill tumbó a Sam Abal que permanecía como Primer Ministro temporal. Somare volvería furioso reclamando la presidencia y llevando el caso al Tribunal Supremo. Sólo se calmaría después de haber presuntamente recibido altas sumas de dinero por parte del Gobierno…
Volviendo a Polye, en 2007 sufrió un intento de asesinato por parte de un rival que le disputaba su escaño parlamentario, un escaño que había obtenido bajo acusaciones de corrupción por parte de la justicia, que consideró improbable que hubiese obtenido el 100% de los votos de su circunscripción. En 2010 fue el segundo del Primer Ministro, pero fue cesado ese mismo año, aunque luego lo nombrarían Ministro de Asuntos Exteriores.
Un año después, fue nombrado ministro de finanzas ya con O’Neill en el poder. No tardaría en conspirar contra el propio O’Neill y así en 2012 crearía su propio partido, el llamado Triumph Heritage Empowerment Rural Party (“T.H.E. Party”) que buscaba borrar del mapa al partido del Primer Ministro, el People’s National Congress. Siguieron sus peleas con O’Neill que le quitó la cartera de finanzas pero Polye consiguió retener la del Tesoro.
En Marzo de 2014, Peter O’Neill lo volvería a echar, acusándolo de desestabilización. En Diciembre de ese año, ya fuera del gobierno, Polye reemplazaría a Belden Namah como líder de la oposición. En teoría, Polye no tiene muchas posibilidades de desbancar a O’Neill que se perfila como el indiscutible favorito.
¿Está y estará Papua Nueva Guinea en buenas manos? La verdad es que ni O’Neill ni Polye dan sensación democrática, más bien rezuman ambición, negocios, violencia, protagonismo, cuando no corrupción. Al día de hoy no parece que haya una alternativa real al poder y lo que es más importante, una alternativa honesta.
Hay algunos políticos jóvenes como Gary Juffa, que parece que podrían liderar un cambio, pero de momento su candidatura a presidente no deja de ser una posibilidad remota. Malos tiempos para la ‘democracia verdadera’ en PNG, una población eminentemente rural, compuesta por gente sencilla que trata de vivir en paz y tener oportunidades laborales.
De momento, lo que observan los ciudadanos es como sus recursos naturales son diligentemente explotados por empresas extranjeras con la venia del Gobierno, y con la pasividad de la comunidad internacional que no cuestiona el status quo, ni impone unas mínimas condiciones democráticas para considerar a un gobierno legítimo o merecedor de apoyo internacional.
Paralelamente sin embargo, se desarrolla un interesante movimiento civil, compuesto de una activa masa crítica que aspira a tener unos líderes demócratas y honrados. El tiempo dirá si este movimiento cristaliza en una posibilidad real. Mientras, aquí en Port Moresby, desde el noveno piso del edificio con las frentes pegadas al cristal, observamos una cantidad desproporcionada de autobuses que vienen y van sobre el campo de rugby, como si estuviesen ebrios, desnortados, locos.
¿Y tú lector, qué crees que pasara en las elecciones de junio en Papúa Nueva Guinea?
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