¿Y si me fuera del Pacífico? Empezando una nueva vida

Carlos

¿Pero ya te vas del Pacífico, ya te vas de Papúa Nueva Guinea?. Pero si parece que no ha pasado ni una semana desde que escribí aquello de, ¿Y si me fuera de África? Pues resulta que no hablamos de una semana, ni dos, ni un mes. Lo has oído: han pasado ya tres años. Sí, después de dar por cerrado mi ciclo en Liberia, en África, aterricé en Papúa Nueva Guinea (PNG) allá por Julio de 2014, dispuesto a iniciar una nueva vida.

Quería oler nuevos perfumes, acariciar nuevas esencias, escuchar otras lenguas, ver paisajes novedosos, hablar con nuevas gentes, llenarme la cabeza con otros pensamientos. Todo pasado era precisamente eso, puro pasado. Ahora solo había un objetivo, de nombre presente y de apellido Papúa Nueva Guinea.

Por supuesto, ponía mis pies en este país un poquitín de puntillas, cautela motivada por la cantidad de prejuicios y miedos que Internet transmite cuando buscas PNG en google (y tantas otras cosas). El monitor del ordenador, tan solo escupía imágenes de delincuentes alzando sus pistolas, bandas de asesinos mirando desafiantemente a la cámara.

Los e-mails que recibía, me  decían que tuviese especial cuidado con los carjackings (cuando al conductor le quitan el vehículo después de amenazarle con una pistola) Así, bajo los influjos de la ilusión y un cierto temor, salías por la puerta del avión de Air Niugini y empezabas a caminar por Port Moresby, con ganas de iniciar un nuevo recorrido, una nueva vida.

¿Y después de tres años, cómo ha ido todo?

Pues te diré que si bien es verdad que se da la violencia (¿y dónde no?), es más cierto que este país está repleto de gente buena, de seres humanos formidables. Sí, aquí en PNG me he encontrado con una amabilidad y una generosidad de espíritu que he visto en muy pocos lugares. Además, he tenido la oportunidad de viajar por el interior del país.

He confirmado que el paraíso existe, y también he llegado a la conclusión de que este mismo paraíso a veces no es suficiente para los que siempre buscamos más. He visto esas playas de color turquesa, esas aguas transparentes, esos corales llenos de colores y otras fiestas. Todo esto he visto en lugares como New Ireland donde nunca olvidaré la travesía en bicicleta por la Boluminski Highway; en Kokopo, East New Britain, donde aterrizar en un aeropuerto rodeado de mar y palmeras, te hacen reconciliarte con la estética y la desconexión más íntima.

También rondé por Alotau con sus mares de delfines, y sus islas escondiendo un tesoro y tres sonrisas, o tal vez cuatro. Por supuesto, estuve muchas veces en los Highlands, tierra montañosa, cuyos habitantes aún están en proceso de integración en un país que todavía no ha madurado lo suficiente después de obtener la independencia de Australia en 1975.

No cabe duda de que nunca olvidaré esta gran experiencia que me dio la oportunidad también de visitar otros países del Pacífico como Fiyi y su celeste infinito o las Islas Salomón, con esa historia tan española detrás; pero también la belleza natural y tranquila de Nueva Zelanda, el ruido y el silencio de Australia.

Tuve la oportunidad a su vez de conocer mejor Asia, plantándome en la ruidosa y frenética Hong Kong, en la gris y limpia Beijing,  en la vibrante Sri Lanka, en la filosófica y artística BaliGracias. Solo puedo dar las gracias por todo lo visto, por todo lo aprendido, por todo lo vivido.

Ahora dejo el Pacífico, dejo PNG sabiendo que aún tiene que recorrer un largo camino como país soberano. Me voy de PNG con la certeza de que aún debe desprenderse de su cultura dependiente, no solo para con Australia sino también respecto a los donantes y el sector privado.

Todavía debe PNG construir una sólida democracia que a día de hoy se tambalea por una acuciante corrupción y un exagerado pasotismo que se alimenta de alguna manera por los intereses foráneos que muchas veces confunden (de manera intencionada o no) desarrollo con geopolítica, cuando no desarrollo con negocio. PNG posee recursos y talento de sobra para convertirse en un país decente y próspero, depende de ellos y solo de ellos, alcanzar el verdadero éxito.

¿Y ahora qué vas a hacer? 

Pues digamos que se inicia una nueva etapa en mi vida, un estadio vital que he ido divisando desde hace muchos años, bajo la sombra de la eterna pregunta, ¿lo hago o no lo hago? Así, así durante mucho tiempo, hasta que llega ese día que dices, “lo hago”, y lo hice. Claro, desde siempre uno ha recibido eso de la llamada presión social, esa que insta a pensar en una carrera, en un casamiento, en una familia y buen trabajo. Eso no es necesariamente malo, siempre y cuando uno no se deje cortar las alas. Las alas que se necesitan para transitar el camino verdadero.

Parece sencillo ahora resumir en varias líneas una decisión que me ha llevado muchos días y miles de noches. Parece fácil escribirlo, pero te puedo asegurar hermano que el camino no está exento de dificultades. Unas dificultades que producen fuertes cosquilleos, un hormigueo. Son las cosquillas de los grandes cambios. Son los pellizcos de la nueva vida.

Ya no hay marcha atrás. Ha llegado por fin la hora de empezar a recorrer el camino de la libertad. Para qué romperse la cabeza con metáforas, si al final es eso, se llama así, es la libertad, el camino de la libertad. Ese camino donde uno es el dueño de su tiempo, donde uno es el único responsable de las decisiones que toma, donde uno es el único que decide por sí mismo.

¿Sabes? Estoy empezando a sentir una fuerza interior que relaja mi rostro, me saca sonrisas, encuentra una paz que hasta ahora le gustaba ocultarse más de lo debido. De repente, la cabeza ya no me duele, la jaqueca ha desaparecido, la energía ha venido a remplazar a la fiebre. La decisión ha venido a sustituir a la duda. Allá vamos.

¿Y tú lector, estás recorriendo tu propio camino o el que te dicen otros que recorras?

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

6 comentarios
  1. Te veremos en cualquier esquina porque allá donde tu vayas estará el paraíso. De mayor quiero ser como tú. Herminia F.

  2. Gracias por acercarme, con esta y otras historias a lugares remotos, no siempre paraísos pero sí viajes que soñar. Me has recordado a Kapuściński, mezclando la experiencia personal con la información. Escribe y comparte, más, mucho más. Un placer.
    Tienes razón, hay decisiones que parecen sencillas pero nos llevan muchas noches el tomarlas. Año de cambios, el tuyo importante. Suerte

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