Reseña literaria de “Harry Potter y la Orden del Fénix”, de J.K. Rowling

Harry Potter

La Orden del Fénix narra las peripecias de Harry Potter contra el malvado Voldemort y parte del Mundo Mágico y del Ministerio de la Magia que se niega a creer el regreso del propio Voldemort. Todo empieza cuando Harry hallándose en la casa de sus odiosos tíos en Privet Drive es atacado por Dementors, además de recibir un Howler: señales inequívocas de que algo malo está sucediendo.

Por fin, Harry es rescatado por sus amigos magos y llevado a Grimmauld, donde se reúne con sus íntimos amigos: Ron y Hermione. En Grimmauld reina el secretismo y los enigmas. Harry no entiende nada, pero pronto sabrá que Voldemort ha regresado y debe enfrentarse a él.

Ahí va mi opinión. Para mí, este libro tiene muchos más defectos que virtudes. Entre los aspectos negativos destacaría el hecho de que es una historia larguísima carente de una trama elaborada, bien construida, consistente, visible y coherente.

Es más, en realidad, uno va leyendo páginas y páginas y páginas, sin que pase prácticamente nada. Todo lo que hay son mini historietas, viñetas de cómic que se van sucediendo sin ningún tipo de ligazón con lo que debería ser el asunto principal.

Todo va sucediendo de una manera rápida, pero tediosa. Todo va sucediendo entre los partidos de Quidditch, las sospechas del regreso de Voldemort, las trastadas de Umbridge, los jueguitos de Fred y George etc. Salvo quizás, el juicio a Harry o el ataque de la serpiente al señor Weasley, todo lo demás es muy plano. La manera con la que Rowling resuelve el entuerto al final no es propia de un gran escritor.

J.K lo que hace es simplemente coger a Dumbledore como narrador final y así, el jefe supremo va explicando toda la trama que supuestamente había detrás. Los misterios no se pueden resolver así. Lo que hay que hacer es ir abriendo el telón poco a poco, descubriendo el enigma por pasos, pero no enredar las cosas y al final, explicarlo todo por medio de una persona para quitarse el muerto de encima.

Otras cosas que no me gustaron del libro fue la cantidad de personajes parecidos que se van sucediendo. Uno ya empieza a confundir a Seamus a Lupin, Neville y a no sé quién más.

Sólo la encantadora mala leche de Umbridge, y la ingenuidad inteligente de Luna Lovegood (aunque Rowling insiste demasiado en plantearnos una Luna “tonta”, pero que en realidad no lo es: ¡que ya nos hemos enterado!) la robustez de Hagrid o la mala leche de Snape, destacan sobreunos personajes mayoritariamente vacíos, incluido el propio Harry, que se mantiene un poco entre bastidores toda la novela, hasta que hace el machito en la soporífera batalla final.

Claro está, por otro lado, que cuando uno no ha leído ningún libro anterior de Harry Potter, como era mi caso, la identificación de los personajes resulta mucho más dificultosa. Quizás habría que tener en cuenta también la presión de la editorial Bloomsbury para que Rowling acabase el libro cuanto antes, algo que sin duda debió afectar a la calidad de la obra.

Entre los aspectos positivos de la novela, mencionaré la impresionante cantidad de vocabulario que emplea Rowling. Hasta la última página, la escritora escocesa utiliza palabras nuevas, algo que dice a su favor. Pero sin duda la mayor virtud de Rowling es su increíble imaginación. La escritora escocesa construye un “mundo o submundo Rowling” plagado de detalles a cada cual más originales. Además, J.K. domina a la perfección los “espacios cortos”, el dinamismo escénico, la espontaneidad juvenil etc.

Sin embargo, en esta novela, este dinamismo llega un momento en que se convierte en pesado por repetitivo, por insistente, por falta de cambio de ritmo, por ausencia de un esquema sólido, de unos buenos cimientos. También he de decir que el “mundo mágico” que Rowling construye acaba siendo insoportablemente infantil. Algo que perdona lógicamente la mayoría del público juvenil, pero que acaba convirtiéndose en una fastidiosa losa para los adultos.

Otro detalle negativo es lo largo que resulta el libro ¡casi ochocientas páginas! dando vueltas y más vueltas, hasta llegar a una resolución hollywoodiense: el bueno o guapo escapa, aunque muere un íntimo amigo del bueno o guapo etc. Es decir, muy previsible todo. Sólo faltó que Potter acabase con Cho para cantar el vivieron felices y comieron perdices.

Y es que hablamos de un libro cargado de certidumbres, y abrazado por lo previsible. Ese tipo de comportamientos de los protagonistas, esos conflictos que se plantean y la manera de resolverlos, los hemos visto ya en infinidad de películas comerciales donde la ética políticamente correcta acaba imponiéndose.

En definitiva, libro muy imaginativo, pero pesadísimo y mal estructurado.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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