El Perseguidor, de Julio Cortázar (4) de (7)

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Varios hilos conductores van enganchando el relato hasta tejer una sólida estructura. Estos hilos son varios, tales como el vestido rojo, el saxo, el tiempo, la hipoteca, la religión, el metro, los “campos con urnas” (puede que el más importante) el libro de Bruno etc. El vestido rojo por ejemplo parece tener una clara intención alegórica: aparece por ejemplo al principio para vestir a Dédée, al que le queda fatal, y posteriormente se dirá que a Lan le quedaba precioso. Con lo que Julio Cortázar da a entender que quizás Lan (la madre de sus hijos) hubiese sido la mujer más importante en la vida de Johnny. Aunque Johnny también la engañaba.

El tiempo, los verbos, merecen también una reflexión. El tiempo es un concepto que me atrevo a decir que obsesionaba a Julio Cortázar y en esta historia dicha obcecación sale a relucir como un telescopio saliendo del mar. No me refiero sólo a las reflexiones sobre el propio tiempo que se dan en el relato, sino también al tiempo de los verbos. Y es que se narra en una especie de pasado, en pretérito perfecto, se pasa al presente, se dan saltos en el tiempo, “y sus cuerpos serán echados hace seis meses”, que a veces podría también llegar a confundir (sobre todo con el pretérito perfecto), pero se demuestra así por otro lado que no hay que ser rígidos con la coherencia verbal, temporal, si es para mejorar una historia. Todo sea por la literatura.

El Perseguidor es también (y puede que ante todo) un criadero de recursos. Pongamos por ejemplo estos detalles: “No sé por qué (no por qué) o esta salida ‘gramatical’, secuencial de, “Habrá que hablar con Delaunay, sería lamentable que una declaración imprudente malograra un sano esfuerzo crítico que… Por ejemplo el vestido rojo de Lan –está diciendo Johnny.

Y en todo caso aprovechar las novedades de esta noche para incorporarlas a una nueva edición; no estaría mal. Tenía como un olor a perro –está diciendo Johnny- y es lo único que vale en ese disco. Etc. Me gustó también el recurso de, “Oye, hace un rato dijiste que en el libro faltaban cosas”

(Atención, ahora)

Otro recurso o detalle que me resultó genial: “¿Qué otra cosa puedo hacer sino ir en seguida a verlo? Pero de todos modos lo he dejado para mañana” ! O esta interesante frase, “Tica es otra cosa, se le escapa por la vía de la promiscuidad, de la gran vida, y además tiene al dólar sujeto por la cola y eso es más eficaz que una ametralladora, por lo menos es lo que dice Art Boucaya cuando anda resentido con Tica o le duele la cabeza”. Y este es otro recurso: “Los mártires, los héroes, de acuerdo: uno está seguro con ellos. ¡Pero Johnny!”. No hace falta poner “con Johnny”. Todo el mundo lo entiende.

Es El Perseguidor también una obra que se adentra en el cerebro humano (no sólo en el de Johnny), que revela los pensamientos y comportamientos bípedos de manera fiel y certera. Por ejemplo, la actitud del crítico cuando le hablan del libro (todo aquel que escribe se habrá identificado) “Adopto la actitud natural en esos casos, mezclando un aire de displicente modestia con una cierta dosis de interés, como si su opinión fuera a revelarme, -a mí, el autor- la verdad sobre mi libro”.

O como cuando Bruno piensa, “Sí, hay momentos en que quisiera que ya estuviese muerto”. O, (después de enterarse de que Johnny estaba pasando un mal trago) “en el primer momento he sentido una especie de satisfacción que no me queda más remedio que calificar de maligna”. O cuando invita a Baby, “estaré a un paso de proponerle que nos vayamos a tomar un trago a otro lugar más tranquilo (ella no querrá y en el fondo yo tampoco, porque esa otra mesa nos tendrá atados e infelices)”.

La droga evidentemente también juega un papel crucial en esta historia. Una droga que consumen no sólo Johnny, sino prácticamente todos sus acompañantes, y hasta podría pensarse que el mismísimo Bruno cuando dice eso de, “Así pasa con Johnny, así nos bebemos un horrible coñac barato, así doblamos la dosis y nos sentimos tan contentos”. Aunque la dosis podría ser sencillamente el coñac.

El tipo de droga que Cortázar nombra en el relato es la marihuana, algo que sorprende puesto que Párker era un adicto a la heroína, resultando la maría algo demasiado suave y hasta lúdico como para ser considerado un problema con mayúsculas. Seguramente, estamos ante un truco más, un juego más de Julio.

Entre las posibles ‘herejías’ destacables del relato, nos encontramos con algunas partes donde se blasfema y otras que podrían ser calificadas hasta de racistas. Cortázar salta así un puente controvertido y deja atrás todo posible pudor (tenía 45 años cuando escribió esta obra) y miedo al tocar dos temas que siempre son hipersensibles.

A pesar de que evidentemente, estás consideraciones ‘incorrectas’ nacen de sus personajes, no de él, aún así, todo el que escribe sabe que los papeles acaban confundiéndose. Este ligero malditismo de Cortázar supone para mí una novedad en la obra del argentino, al que lo calificaría de todo menos de ‘escritor maldito’. Las partes que pueden ser calificadas de racistas son las siguientes: “Pero él hace gestos, y se ríe y tose mezclando todo, sacudiendo de debajo de la frazada como un chimpancé.

Le caen lágrimas y se las bebe, siempre riendo”. Y luego, “ese chimpancé enloquecido que me pasa los dedos por la cara y me sonríe enternecido”. Y más tarde, “porque es realmente el chimpancé que quiere aprender a leer…”, y sobre todo “este mono salvaje”. Sin duda ‘mono salvaje’ es el calificativo más fuerte, pero no es ni más ni menos que la realidad cerebral de muchos humanos en un momento dado. Cortázar también pone en los labios de Johnny varias consideraciones controvertidas sobre Dios que también para mí suponen una novedad en su obra.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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