Los juegos del Pacífico y otras cosas de las que usted no ha oído hablar en su santa vida (1) de (3)

Todo el mundo hablaba de ello. Desde hacía meses, Port Moresby, toda Papúa Nueva Guinea (PNG) se había llenado de anuncios coloridos, grandes letreros, fotos enormes de políticos proclamando la celebración de los XV Juegos del Pacífico en Port Moresby. A la expectación que el acontecimiento en sí despertaba, se unía también un profundo temor. En efecto, una de las ciudades más peligrosas del mundo (según las estadísticas o encuestas llevadas a cabo por medios tan prestigiosos como The Economist) acogería un evento de dimensión internacional con todo el caos, desorden y desobediencia civil que ello podría suponer. Muchos expats decidieron por tanto abandonar la capital durante la celebración de los Juegos, asegurándose así que en caso de motín y follones, se encontrarían lejos, muy lejos de la escena del crimen.

Por su parte, el tiempo como siempre, transcurría de manera confusa e imparable y no cedía por tanto un ápice a la hora de citar a Port Moresby, a toda Papúa Nueva Guinea, a todo el Pacífico a asistir a la inauguración de tan magno acontecimiento. Durante meses, muchos meses, el Gobierno había puesto en marcha toda una serie de obras e infraestructuras destinadas a tener a punto unas instalaciones apropiadas que pudiesen acoger con garantías a todos los deportistas de élite del Pacífico y que en breve desembarcarían en Port Moresby.

Los casi 4000 deportistas vendrían a practicar 28 deportes diferentes en los que se incluía por supuesto el rugby, pero también el fútbol, natación, atletismo, tenis, cricket ¡y hasta petanca!

De modo que los estadios tenían que estar listos en pocos meses y en ello se afanaba el Gobierno y los obreros que trabajaban de sol a sol haciendo mover también unas grúas que no paraban de desplazar sus tentáculos de manera ralentizada pero constante.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo (confuso e imparable) las grúas seguían estando ahí, como si la urgencia no fuese con ellas. Si uno se fijaba bien, daba la sensación de que tampoco había tantos obreros trabajando. Sí, veías cascos moviéndose aquí y allí sin parar, pero de una manera casi furtiva, un sabor esporádico.
Aún así, el interés por los XV Juegos del Pacífico seguía creciendo, aunque éstos parecían despertar bastante más entusiasmo en la población local. El miedo ya mentado de los expats combinado con su ritmo de trabajo frenético, había tenido como consecuencia un interés modesto en los Juegos por parte de esta comunidad, algo que por cierto parecía importarles poco a los locales que seguían a lo suyo.

Con todo, a medida que el acontecimiento se iba acercando (el tiempo seguía transcurriendo de manera imparable, confusa) la promoción de los Juegos fue ganando en visibilidad y energía. Las principales televisiones del país, la EMTV, Kundu TV, los principales periódicos, The Post Courier, The National, así como todas las radios, anunciaban la llegada inminente de los Juegos y la preparación intensa de la Delegación de Papúa Nueva Guinea que como local se sentía responsable de demostrarle a todo el Pacífico (y sobre todo a sus ex colonizadores australianos…) que PNG era el padre de la región y que el resto de las naciones de la zona, incluida Fiyi, debían dejarse llevar por su liderazgo.

La expectación fue creciendo tanto que por fin un buen número de expats (entre los que me incluyo) se decidió a comprar entradas. Sin embargo, la adquisición de los tickets no suponía una tarea para nada sencilla. Uno bajaba inocentemente a las oficinas del mayor banco del país y de la región, el BSP (Bank of South Pacific) y se encontraba de pronto con maratonianas colas que lo obligaban a esperar toda la mañana si aspiraba a apoderarse de alguna entrada y asistir así a alguno de los acontecimientos deportivos.

Con todo, una mañana me armé de paciencia y esperé y esperé. No obstante, cuando llegó mi turno, torcí el labio al informárseme de que ya no quedaban entradas para el baloncesto y tampoco para la natación (deporte éste último del que todo el mundo pasa pero al llegar unos Juegos, todo el mundo ve) Al menos pude encontrar entradas para ver partidos del deporte rey del Pacífico: el rugby.

Con un poco de fortuna también, me hice con tickets para el fútbol y el cricket. Por supuesto, el rugby y el cricket suponían la novedad vital, esas oportunidades donde la vocecita interna le dice a uno, “hazlo ahora porque en un futuro va a ser muy difícil asistir a un partido de cricket o de rugby en el Pacífico”.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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