Goya, otra caso parecido

Y el primer libro leído del año es…”Goya”. Un breve monográfico sobre la vida y obra del pintor aragonés, escrito por el año 1955 por Pierre Gassier. Antes de nada, he decir que Goya nunca se ha encontrado entre mis pintores favoritos. Ni siquiera cuando me bajaba en la estación de metro que lleva su nombre en Madrid y observaba detenidamente sus litografías esparcidas sobre las paredes oscuras. Tampoco recuerdo haber sentido una sensación muy, muy especial aquella mañana que me levanté un Sábado a las 7 para contemplar sus pinturas negras.

Aún así, me gustan estas pinturas oscuras, pertenecientes a la última etapa creadora del aragonés, embarcado ya en las tormentas de la irracionalidad, desquitándose del yugo de sus maestros, libre ya por fin de los aburridos encargos monárquicos. Para mí, este es el mejor Goya, cuando Goya quiere ser Goya y consigue ser Goya. Cuando el artista de Fuendetodos se encuentra a sí mismo y desprecia todo el pudor limitador de épocas anteriores. Es cuando el artista, independientemente de la disciplina, se convierte en artista auténtico. Cuando lo más importante es la obra, por encima, muy por encima del qué dirán, del supuesto agravio a terceras personas, sin miedo de desarrollar el propio talento. Pese a quién pese.

Entonces, el artista crea su propio mundo, encuentra su propia voz, se arma de un estilo único y peculiar hasta alcanzar la excelencia.

Goya es un caso más. Un caso más de genio que siguió la trayectoria de todo genio. Fracasando mucho al principio, como debe ser, no rindiéndose jamás, como debe ser, confiando en uno mismo, sabiendo que uno vale, como debe ser, trabajo, trabajo y trabajo, paciencia, paciencia y paciencia. La experiencia que se acumula, y finalmente, el artista, el genio crea su propio planeta. El culmen.

Es este el camino que suele recorrer todo genio, todo artista que deja su huella en el mundo, en la vida, en todo ser humano. Es esa la contribución del pintor aragonés a la historia, su causa a favor del progreso y a la mejora de la humanidad.

Hace poco terminé una biografía muy completa sobre Fellini, escrita por el australiano John Baxter. El recorrido del director italiano me recordó al de Goya, en realidad a toda aquella persona que ha triunfado y triunfa. Federico Fellini abandona Rímini para irse a Roma donde hay más oportunidades. Goya se va de Fuendetodos a Madrid. Ambos sienten una curiosidad (que no una vocación clara) por las profesiones que les llevarán a la gloria. Fellini se hace director casi sin querer: tras escribir muchos guiones, un día alguien le pide que ruede. Goya dibujaba, que no pintaba, hasta que un viaje a Italia le abre los ojos. Las primeras pelis de Fellini como “Luces de variedades” son un fracaso. Goya también fracasa estrepitosamente al presentarse a varios certámenes de pintura.

Pero tanto el de Rímini como el de Fuendetodos continúan, siguen. Fellini conoce a Tullio Pinelli, otro guionista a quien se une para besar la gloria. Goya tiene la protección de Bayeu y Jovellanos. Los dos se van consolidando en sus respectivas carreras: no paran de trabajar. Los dos mantienen un cierto distanciamiento o prudencia respecto a la situación política de sus países. Priorizan ante todo su obra. Hasta que la situación se hace insostenible, sobre todo en el caso de Goya cuando se restaura el absolutismo.

Fellini hace su obra maestra, La Dolce Vita, Goya se adelanta a su tiempo con los frescos de San Antonio de la Florida. Son respetados, estrellas y continúan produciendo.

Fellini encontró su mundo antes que Goya, eso es evidente. Desde muy pronto, sus películas llevan su sello personal. A Goya le costó más encontrar, su estilo, pero al final, los dos desembocan en el mismo río de un mar que tan solo les pertenece a ellos.

Muchas veces por otro lado, la teoría ha frivolizado demasiado con los estilos personales. Todo lo que no se entiende o se aleja del logos, de la razón, se califica rudamente como ‘surrealista’. Y bajo esa etiqueta tan humana (siempre tenemos la necesidad de etiquetar, comparar, corroborando la asimetría matemática) se mezcla a Breton con Buñuel, a Fellini con las pinturas negras de Goya etc. No estoy de acuerdo con esa simplificación. Dentro del ‘surrealismo’ si queremos llamarlo así, existe un mundo infinito lleno de infinitas posibilidades, como infinita e inexplorada es la mente humana. Cada uno puede crearse su propio mundo y adornarlo de paradigmas, de novedades. Cabrían ante estos nuevos escenarios personales, millones de definiciones. “Fellinismo”, “Goyismo”…He ahí la cuestión.

Crearse su propio mundo. Es entonces cuando reconocemos un cuadro de Bacon sin fijarnos en la firma, cuando sabemos que es Bob Dylan el que está cantando, cuando sabemos que esa mujer con tres tetas pertenece a un film de Almodóvar, cuando ese gol sólo lo puede marcar Maradona etcétera, etcétera. De eso se trata. Encontremos nuestro mundo, hallemos nuestra voz. Seamos únicos.

 

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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