Reseña literaria de “Everyman” de Philip Roth (1) de (2). Philip Roth no se esfuerza

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“Everyman” es la historia de un hombre que lo tenía todo y acaba muriendo solo y triste. Un hombre que se casó tres veces, pero sólo fue feliz en su segundo matrimonio. Un hombre que tuvo tres hijos: dos con su primera mujer, y una hija en el tercero: la única de sus hijos que lo quiso.

Un hombre muy frágil de salud, hospitalizado en muchas ocasiones y un hombre que envidiaba a su hermano Howie, no sólo por la salud de hierro de éste, sino también por sus éxitos profesionales y familiares.

Y eso que Ace (que es como se llama el protagonista, aunque sólo se le nombre una vez así en toda la novela) había tenido una niñez feliz trabajando en la joyería de su padre: siempre rodeado de chicas bonitas y haciendo recados que lo entretenían. Además, los veranos los pasaba alegremente en la costa de New Jersey junto al resto de su familia.

Pero a medida que va creciendo, las cosas comienzan a torcerse. Así, su primer matrimonio acaba fatal, tras ser acusado de adulterio por una mujer histérica que le había dado dos hijos. Conoce a Phoebe, su segunda mujer, con la que pasa los momentos más felices de su vida. Con ella, tiene a Nancy, a la que adora.

Pero por aquella época, Ace ya trabaja en una agencia de publicidad, lo cual le facilitaba el contacto con múltiples modelos. Será en un viaje “de trabajo”, cuando tenga una relación sexual con una modelo danesa mucho más joven que él. A esto se le añade otro affaire anterior con su secretaria, también muy jovencita. Phoebe lo descubre todo y acaba abandonándolo y odiándolo.

A Ace no le queda más remedio que casarse con la modelo escandinava, pero ésta resulta ser un desastre y su matrimonio vuelve a fracasar. La soledad va en aumento. Además, por esas fechas ya ha sido ingresado varias veces; por problemas arteriales, de apéndice, de corazón etc.

Su salud es frágil, todo lo contrario que la de su hermano Howie, con el que deja de comunicarse por pura envidia.

Así que Ace, solo, se retira a una residencia en la costa de New Jersey, rememorando su niñez, buscando paz, y también aprovechando para estar lejos del terrorismo islámico que acaba de aterrorizar a toda la nación estadounidense. Allí se dedica a su gran afición: la pintura, de la que además impartirá clases. La mayoría de sus alumnos son personas mayores, casi todos aquejados por problemas de salud. Algunos morirán. Ace también empieza a perder amigos íntimos. Empieza a pensar en la muerte, en la soledad…

Trata de salir del pozo teniendo una relación con una chica que hacía footing cerca de su casa, pero ésta lo ignora. Tampoco se atreve a pedirle socorro a su hija e incluso acaba llamando a su hermano Howie, pero éste se encuentra en el Tibet y Ace no hace más por comunicarse con él. Está completamente solo. 

Un día visita el cementerio donde están enterrados sus padres. Allí ve a un enterrador y habla con él. Éste le explica detalladamente todo el proceso de los sepelios. Sí, Ace está hablando con la persona que posiblemente lo entierre a él. Ya tiene más de 70 años, sin ilusiones, sumido en la más absoluta soledad, hasta que finalmente, un día en el que paradójicamente se siente eufórico recordando la protección familiar que había tenido de pequeño, acaba muriendo de un paro cardíaco.

En general, el libro no me ha cautivado. Después de leer los halagos del New Yorker, Boston Globe, The Atlantic Monthly etc. me esperaba toda una obra de arte. Y este libro, ni por asomo lo es. Y durante bastantes días, bastantes noches, me he preguntado por qué.

Y al final, he llegado a la conclusión de que creo que es un libro escrito sin entusiasmo. Es una obra que me atrevería a calificar de “profesional”, de mucho oficio, y si me apuran, de urgencia editorial. A saber.

La temática de la novela también me suena ya muy manida. La muerte, la soledad, la vejez. Es decir, me parece que es una novela sin ningún tipo de originalidad temática, sin rasgos de innovación; de nuevo me ha parecido leer demasiado tópico, el recurso fácil.

Es decir, la historia me resulta excesivamente cotidiana, y el lenguaje creo que es demasiado sencillo pero esto ¡ojo! no debe ser calificado necesariamente como un defecto de forma general; pero es que creo que la falta de entusiasmo de Roth, acaba convirtiendo la rutina de esta historia y la sencillez del lenguaje, prácticamente en un defecto.

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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